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Capítulo ciento cuatro

A la mañana siguiente, nos sentamos en un pequeño café escondido en una de las calles más tranquilas de Liubliana. El lugar tenía una atmósfera cálida y acogedora, con el aroma de café recién hecho y pasteles horneados llenando el aire. El suave murmullo de los otros clientes creaba un ambiente cómo...