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Capítulo ciento uno

Conducimos hacia las afueras del pueblo, siguiendo las indicaciones que nos habían dado.

Cuanto más avanzábamos, más cambiaba el paisaje. Los árboles se volvían más altos, sus troncos más gruesos, sus ramas enredadas como dedos esqueléticos que se extendían hacia el cielo.

Y los sonidos—

O más bi...