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Capítulo diez

Cada día, las flores aparecían en el porche: cuatro ramos de flores, cada uno más vibrante que el anterior. Cada noche, los sonidos de patas caminando fuera de mi ventana me recordaban a los lobos que decían ser mis compañeros. Mis torturadores y acosadores.

No se rendían, sin importar cuánto los i...