




Capítulo 2
Gia
Llego a la zona rural de una manada que hace poco se recuperó de una peste causada por el envenenamiento del agua potable con matalobos. Los cachorros del lugar, al reconocerme, corren en mi dirección con alegría.
Yo los ayudé en la elaboración de una cura, pero también cuidé a los afectados, asimismo, me encargué de alimentar y bañar a los cachorros de los padres convalecientes. Por suerte, esa peste no afectó a los niños porque se descubrió a tiempo; además, al ellos todavía no estar convertidos en lobos, el acónito no les afecta tanto como a los adultos.
—¡Tía! —Los cachorros corren detrás de mí entre risas y vociferaciones.
—¡Alcáncenme si pueden! —grito mientras tiro mi vestido amarillo al aire para convertirme en loba. Al cabo de unos segundos, los pequeños me siguen.
Tras correr junto a ellos en el campo, montarlos en mi regazo y bañarnos en el río, yo con mi forma de loba, regresamos a la junta principal de la manada, que es donde nos solemos encontrar todos para hacer actividades y reuniones. Cambio mi forma y me visto, mientras que los pequeños se dispersan.
Regreso a la manada cercana donde vivo junto a una compañera que me rentó una cabaña ubicada en su territorio. Ella me ha invitado a cenar a su casa esta noche y me preparó todo un festín como despedida, puesto que al día siguiente regresaré a mi hogar.
Después de cenar, me dirijo al patio a tomar aire fresco y a pensar en lo que será mi vida cuando regrese a la manada donde crecí.
—¿Nostálgica? —Mi compañera aparece detrás de mí de imprevisto. Miro el cielo con melancolía, deseando poder cambiar tantas cosas del pasado.
—Temo regresar —confieso.
—Lo sé. —Ella se sienta a mi lado—. Pero no puedes escapar por siempre. Solo espero que este año te haya servido para aclarar tus sentimientos.
Emito un suspiro sonoro. No sé si «aclarar» sea la palabra correcta, dado que siempre supe lo que sentía por Gael; el problema no es tener claro mis sentimientos, el asunto aquí es que no soy correspondida.
—No quiero que lo que creo sentir por Gael aflore en cuanto lo vea. Tampoco que haya tensión en la manada por nuestra causa. A veces deseo decirle a papá que me quedaré aquí o que haré mi vida como loba solitaria, pero el alfa me mataría.
—No serías loba solitaria, pertenecerías a nuestra manada.
Sonrío ante eso. Miro a su esposo, quien juega con los cachorros en el patio donde los faroles brillan en tonos coloridos. Me gustaría mucho encontrar a mi mate, de esa manera podría olvidarme de Gael y de la frustración de su rechazo.
—¿Es así como él dormirá a los cachorros? —Apunto hacia su esposo y los niños, quienes se persiguen entre risas.
—Amo a mi mate, pero a veces me dan ganas de matarlo —expresa ella con una sonrisa juguetona.
—Te entiendo. —Levanto las manos con expresión divertida.
—Deja ir a jalarlos por las orejas y a enviar a los cachorros a la cama.
La veo alejarse con los puños cerrados, preparando su postura de mamá peleona. No obstante, su esposo se la sube encima y empieza a correr con ella sobre su lomo, seguido por los dos niños. Son tan lindos que me da mucha envidia.
Cómo desearía tener algo así.
Gael...
Tenía tanta ilusión de que juntos formáramos una familia. Recuerdo que unidos éramos más fuertes y estoy segura de que podríamos liderar la manada muy bien con nuestras habilidades, pero él no me quiere. Por mi parte, ya no sé si lo mío sigue siendo enamoramiento o si se ha convertido en una simple frustración. ¿Por qué no puedo superarlo?
En fin, sean mis sentimientos por Gael genuinos o no, debo olvidarlo.
La noche transcurre muy rápido y es reemplazada por una mañana soleada y de temperatura agradable. Termino de empacar mis pertenencias y de dejarle todo organizado a mi amiga aquí en la pieza que yo ocupé por todo un año.
Cuando salgo con mis maletas en manos, miro lo que fue mi hogar por última vez. Extrañaré mucho la paz de este sitio y el poder ver todos los días a mis pequeños y traviesos cachorros. También extrañaré a mis colegas y a los habitantes de las manadas, donde suelo hacer mis trabajos voluntarios.
—¡Te vamos a extrañar, tía! —vociferan los pequeños al unísono mientras se pegan a mis piernas.
—Yo también los voy a extrañar. —Me agacho al nivel de ellos y les reparto besos y mimos.
Es lindo que los niños de toda la manada hayan venido a despedirme, al igual que algunos colegas y habitantes. Ellos me dan regalos y comidas, también me agradecen por mi trabajo aquí.
Son tan lindos…
—¿Vendrás a visitarnos pronto? —pregunta uno de los niños, con ojitos llorones.
—¡Por supuesto! —aseguro, aunque no sé si pueda cumplir mi palabra.
Me subo al vehículo del líder, quien me llevará a la estación de tren. Estoy muy lejos de casa, así que me tomará toda la mañana llegar a mi manada.
Tras varias horas de viaje, el tren anuncia la llegada a mi región. A medida en que hago los trámites para salir, el corazón me late muy fuerte por la anticipación de lo que me espera.
Una vez afuera de la estación, visualizo que la camioneta de Gael vine hacia mí y se detiene a la orilla de la acera.
No puede ser…
Creí que sería Kali o alguna otra persona de la manada quien vendría a recogerme. El nerviosismo empieza a hacer efecto en mi cuerpo cuando el rostro conocido de mi primer amor busca por los alrededores. Él sonríe desde que nota mi presencia; yo, en cambio, no sé cómo reaccionar.
Parpadeo varias veces para asegurarme de que mi imaginación no me esté jugando una mala broma, pero la figura imponente de Gael se hace cada vez más clara.
¡Dios! ¿Cómo es que puede ser tan atractivo? ¿Soy yo o está mejor de lo que recuerdo?
Su cuerpo siempre ha sido musculoso, pero ahora está más ancho y grande. Su remera blanca se le pega al torso, como si fuera una segunda piel, resaltando la firmeza y el atractivo de su figura.
Un pantalón de mezclilla con varios rotos en la rodilla y parte del muslo le da un estilo casual, al tiempo en que resalta esas gruesas y duras piernas. El arcillo plateado que ha llevado en su oreja derecha desde niño, y que según mi criterio debe tener algún significado en cuanto su origen, le da un aire rebelde.
Me atrevo a mirarlo por un lacónico segundo, donde aprecio de forma rápida sus ojos dorados como el oro, que resaltan al tener ese brillo especial que no logro descifrar, pero que me hace estremecer; asimismo, su cabello lacio y negro luce más abundante y largo, tanto, que lleva una coleta al descuidado que termina por debajo de sus costillas.
Este hombre es puro arte, con razón me pone de todos los colores. Es que Gael es la imagen viva de las fantasías de cualquier mujer. Y, aunque así suelen ser los lobos: gruesos, musculosos y muy varoniles; he de admitir que Gael sobresale. Él es...
«Deja de babear, estás siendo muy obvia», me dice mi parte lobuna, quien siente rencor por Gael desde la noche que lo encontré besándose con quien fue mi mejor amiga.
—Creí que Kali o papá vendrían a buscarme —comento, incómoda.
—Kali está cuidando a su mujer, quien acaba de dar a luz a su cuarto cachorro hoy mismo. En cuanto al alfa, él anda ocupado en sus negocios —me explica mientras me mira de esa manera tan intensa a la que no le encuentro las palabras correctas para describir, pero que, por alguna extraña razón, me pone muy nerviosa.