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Capítulo 1

Gia

En nuestro mundo existen tres tipos de personas o criaturas con raciocinio: los cambiaformas o licántropos, las hadas y las brujas. Por supuesto, dentro de cada grupo de criaturas hay muchas diversidades que nos caracterizan: personas fuertes, poderosas, con habilidades extraordinarias, o débiles y frágiles.

Desde niña, he sabido que soy del tipo raro, ese que tiene habilidades poco comunes, incluso únicas. Hace más de una década, descubrí que Gael también las posee, pero he guardado el secreto. Gael, ese niño huérfano que nunca recordó su origen, se convirtió en alguien muy importante en mi vida.

Desde el día en que mi padre llevó a Gael a casa y lo convirtió en un miembro más de nuestra familia, él siempre estuvo conmigo en todos mis eventos especiales. Fue Gael quien me enseñó a cazar, a montar bicicleta, a cocinar y quien me ayudaba con mis lecciones académicas. Siempre estuvo presente para limpiar mis heridas cuando me caía, así como para consolarme mientras sanaban. Él parecía mi hermano mayor, aunque yo nunca lo vi de esa manera, por más que el alfa insistiera en que nos tratáramos como tal.

De nuestra niñez y adolescencia tengo hermosos recuerdos, como la vez que horneamos nuestro primer pastel juntos y celebramos su cumpleaños. Dado que él nunca recordó quién era, decidimos que su fecha de nacimiento fuera el mismo día en que el alfa lo llevó a la manada. Según mamá, ese día comenzó su nueva vida y fue como si hubiera nacido de nuevo.

Con Gael hacíamos muchas travesuras, pero también cumplíamos nuestras tareas diarias. Él y yo solíamos tener aventuras en el bosque que pertenecía a nuestros territorios: trepábamos árboles y nos bañábamos en el río. La mayoría de las veces íbamos solos, pero en otras ocasiones, Kali, el mejor amigo de Gael, nos acompañaba. Al igual que Gael, Kali se estaba preparando para convertirse en guerrero.

Recuerdo que, a mis dieciséis años, tuve mi primera transformación. Gael ya se había transformado dos años antes y había sido nombrado el futuro heredero para ser el alfa de la manada, por lo que su preparación fue diferente a la de los demás. No voy a negar que ese suceso me dolió bastante y que también me hizo sentir humillada, ya que, como única hija del alfa, era a mí a quien me correspondía heredar el puesto.

El día de mi transformación, el cielo estaba nublado y gris, como si la naturaleza augurara mi desdicha. Ese día, Gael me negó por primera vez. El recuerdo todavía duele, como si no hubieran transcurrido varios años desde ese suceso. Sentí una necesidad urgente de correr al bosque, el calor de mi cuerpo era agobiante, así que me desnudé y me metí al río. Sin embargo, un dolor insoportable comenzó a recorrer mi cuerpo, y sentí como si mi carne se estuviera desgarrando. Entonces lo entendí: estaba teniendo mi primera transformación.

Mis gritos, que luego se convirtieron en aullidos, atrajeron a Gael. Recuerdo su rostro preocupado y lo rápido que llegó hasta donde yo estaba. Creí que su cara de desconcierto se debía a ver a mi loba plateada por primera vez, pero al escuchar «¡Mate!» en mi corazón, lo supe al instante: Gael estaba impresionado porque éramos mates, pese a que nuestro padre siempre quiso que nos tratáramos como hermanos.

«¡Somos mates!», exclamé emocionada en mi forma lobuna, pero Gael negó de inmediato, reculando nervioso.

—¡No, estás equivocada! —dijo, antes de huir de mí. Esa tarde, mi corazón se partió en dos, pero mi loba no aceptaba que su mate negara nuestro lazo y siguió insistiendo.

Semanas después, el beta de la manada fue asesinado por un lobo solitario, y su hijo Kali fue nombrado beta en su lugar. En ese momento, mis hormonas se alborotaron y comencé a tener una actitud atrevida con mi protector.

—Hueles tan bien... —Olfateé el cuello de Gael y me lamí los labios. En respuesta, él me apartó exaltado, con cara de desaprobación.

—¿Qué haces? —me miró como si me hubiera vuelto loca.

—Disfruto de tu dulce aroma a madera fina y vainilla. Es el mismo que percibí el día que te conocí, aunque no se lo conté a nadie. Tú también percibiste mi olor, ¿cierto? Recuerdo que supiste dónde estaba cuando oculté mi esencia. —Me acerqué a su rostro, seductora—. Dime, Gael, ¿lo puedes oler ahora?

Gael me miró con nerviosismo, cerró los ojos y suspiró. Al abrirlos, no me gustó lo que reflejaban.

—No... —Su mirada se endureció—. No percibo tu olor de la forma en que dices, ni así sucederá. No soy tu mate, si eso es lo que sugieres. Así que deja de hacer esas insinuaciones y evita un problema con el alfa.

—No puedes asegurarlo, es muy probable que sí lo sea.

—¡Ya basta! Deja de decir eso, porque no es así. ¿Desde cuándo dejaste de verme como a tu hermano mayor?

—Nunca te he visto como a mi hermano mayor, Gael. Y sé que tú tampoco me has visto a mí de esa forma.

—Pues te equivocas. Para mí, siempre serás mi hermanita. Así que deja de pensar tonterías y enfócate en tus estudios —me regañó.

Gael me dejó con los ojos vidriosos y un dolor desgarrador en el pecho. Si él no era mi mate, ¿por qué me dolía tanto su rechazo?

Así pasaron los meses. Yo decía frases coquetas y sugerentes; Gael se sonrojaba, me ignoraba o cambiaba de tema. Nunca me rendí. Luego surgió el asunto de una posible guerra entre manadas cercanas, por lo que Gael estuvo ocupado junto a papá y Kali.

Cuando aquello se resolvió, Gael se concentró en ayudar a Kali con los preparativos de su unión y en construir su casa, pues él ya había encontrado a su mate.

En cuanto a mí, me concentré en mis estudios. Antes de cumplir los dieciocho y Gael los veinte, decidí hablar con papá sobre mi enamoramiento hacia su heredero, pues me daba la impresión de que Gael temía su reacción, por eso me rechazaba.

—¿Qué vas a estudiar? —me preguntó mientras mirábamos las estrellas, ambos en el patio para tomar aire fresco.

—Farmacia. Así ayudo a papá con la manada, ya que necesitamos más preparación para los ataques. Sabes que hay heridas tan profundas que deben ser tratadas con plantas y fármacos, si nuestro cuerpo no puede cerrarlas —respondí con orgullo.

—Estoy seguro de que serás una buena farmacéutica —me halagó con una sonrisa tierna, de esas que solo me dedicaba a mí y que me aceleraban el pulso.

—Gracias —dije sonrojada—. Gael... —Sus ojos dorados me miraron atentos, lo que provocó que mi corazón latiera con frenesí—. Le diré al alfa que tú y yo nos amamos y que...

—¡No, otra vez! Creí que ya habías superado esa tontería —dijo con hastío.

—¿Tontería? Gael, ¿por qué lo niegas? Sé que me amas tanto como yo a ti. Ya basta de rechazarme. Entiendo que le temes a la reacción de papá, pero él te tiene mucho cariño, jamás se opondría...

—¡Ya basta! —me interrumpió, molesto—. Yo no te amo de esa manera. Mi preciosa Gia, deja de hacerte daño con esa tonta idea. Eres mi hermanita. Es incómodo que...

No lo dejé terminar. Mis labios callaron los suyos, adueñándome de su boca. Tal vez sus palabras mentían, pero su cuerpo no lo haría.

Gael se quedó estático, no me correspondió, pero tampoco me alejó. No entendí por qué se quedó neutral, pero no le di importancia.

Lo estaba besando.

Yo era inexperta, y creo que Gael también lo era.

—¿Ya terminaste? —me preguntó con frialdad cuando dejé de mover mis labios.

Esas palabras me hicieron soltarlo y apartarme. Una simple frase me rompió el corazón en mil pedazos. Gael, en cambio, ni se inmutó. Mantuvo su mirada indiferente, y yo no vi ningún gesto de amor de su parte.

Como respuesta a su actitud brusca, las lágrimas mojaron mis mejillas al ser consciente de mi estupidez.

Gael no me quería.

—Entiendo... No te gusto, por eso me rechazas. No sabía que podías tener un mate y no amarlo.

—No te amo, o al menos no como esperas. Tampoco soy tu mate. Así que deja esa idea que tienes de mí y céntrate en tus estudios; cuando menos lo esperes, conocerás a esa persona especial, hermanita.

Gael besó mi frente y se alejó de mí, dejándome destrozada y humillada.

Varios días después, había una fiesta en el pueblo. Yo me había comprado un vestido nuevo, decidida a seducir a Gael. Sí, no me había rendido. Fue divertido bailar junto a él, Kali y Gin toda la noche. También me encantó jugar en la feria con Gael y cenar juntos. Muchas chicas le tenían el ojo encima, incluso mi amiga Lía; sin embargo, poco me importaba porque esa noche Gael solo tendría su atención en mí.

De un momento a otro, Gael desapareció. Así que me acerqué a Kali y a Gin para preguntarles por él.

—¿Han visto a Gael?

Ellos negaron al unísono. Estaban en su propio mundo de enamorados. Entorné los ojos cuando dejaron de prestarme atención y comenzaron a besarse. ¡Qué presumidos!

En fin, no contaba con ellos para encontrar a Gael, por lo que retomé la búsqueda por mi cuenta.

Me pasé parte de la fiesta buscándolo y, cuando ya estaba por rendirme, llegué a una parte solitaria donde comenzaba el bosque. Entonces, vi la escena más dolorosa de mi vida: Gael estaba acorralando a Lía contra un árbol robusto, mientras ella le rodeaba el cuello con sus brazos. Ambos se besaban con fiereza, como si quisieran tragarse el uno al otro.

Sentí como si el corazón me fuera traspasado por una lanza de dolor, y una ira incontrolable empezó a quemarme por dentro.

Iba a matar a esa maldita.

—¡Él es mío! —grité, mi voz distorsionada por la furia de mi loba, que me incitaba a derramar sangre.

Gael me sujetó las muñecas antes de que pudiera atacar a esa traidora, dándole tiempo a Lía de correr lejos. Como hija del alfa, mi fuerza era superior a la mayoría de los licántropos, por lo que a ella no le convenía enfrentarse a mí.

—¡Cálmate! —increpó Gael, con el ceño fruncido. Yo, por mi parte, no podía dejar de llorar. Me sentía como una imbécil en ese momento.

A mí no me besó, pero a ella casi la devoraba con los labios. Los celos me consumían de una manera que me hacía perder la cordura, pero no le daría el gusto a ese maldito.

—Me has roto el corazón, Gael —sollocé, desconsolada—. Pero ya he sido suficiente idiota delante de ti. Yo... de verdad creí que me amabas, pero en realidad me engañé a mí misma. Te dejaré en paz, Gael. Tú sigue revolcándote con cuantas malditas zorras se te ofrezcan. Yo, por mi parte, me buscaré a alguien que sea mejor que tú. ¡Gael, te odio!

No le di oportunidad de replicar. Por el contrario, me transformé en loba y me adentré en el bosque. Corrí en la oscuridad hasta llegar a un risco, allí, aullé mi dolor toda la noche.

Y así fue como una hermosa amistad llegó a su final.

Ahora evitamos cualquier tipo de contacto y ni siquiera nos dirigimos la palabra. A pesar de vivir bajo el mismo techo, pasaron meses sin vernos la cara. De esa manera han transcurrido los años.

Yo ya me gradué de mi carrera, pero me fui durante todo un año al territorio vulnerable para ayudar a los farmacéuticos de ese lugar. Año que ya está por terminar, por lo que debo regresar a la manada para aportar en la creación de fármacos para mi gente.

Aunque volver a ver a mi familia me reconforta, me da miedo reencontrarme con Gael. En especial, porque tendré que trabajar a su lado, puesto que él es quien lleva el inventario de la droguería principal de la manada.

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