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Perseguidas

He dormido apenas un par de minutos en el mejor colchón del planeta: el cuerpo desnudo de Ahmed. Su hombro me ha servido de almohada; y su respiración, de arrullo. Pero ya casi es de día, y, mientras el ángel demonio reposa con la candidez de un bebé de teta, me coloco, con pereza, el estrujado u...