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Capítulo 36: Un regalo

Para cuando entramos juntos al ático, la tensión entre Theodore y yo es tan densa que se puede saborear. No dice nada—no ha dicho mucho desde que salimos temprano del auditorio—y su silencio duele más que cualquier comentario mordaz. Las luces del vestíbulo iluminan la línea rígida de su mandíbula, ...