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Un gemido, una caricia, el sonido de las sábanas cayendo de la cama, de las pieles frotándose entre sà por el constante vaivén de las caderas. De labios devorándose hasta sangrar.
De colmillos asomándose, de la piel siendo rota y de la sangre siendo tragada.
-Eres delicioso- la voz femenina sonó jadeante y complacida
-Lo sé- una masculina respondió con seguridad y prepotencia.
Kate se revolvió en la mullida cama. Su cuerpo estaba pesado. Sus labios hinchados y dolÃan, sus muslos todos pegajosos por no mencionar lo que salÃa de entre ellos. Su interior estaba hinchado y palpitante debido a la actividad nocturna, y su trasero que de seguro estaba rojo porque el muy maldito latÃa como mil demonios, como si hubiera sido azotado sin ninguna consideración.
Gruñó contra la almohada. No querÃa levantarse. Deseaba seguir durmiendo, pero los martilleos de la resaca en su cabeza hacÃan que una vez consiente no pudiera volverse a dormir.
-Maldición- murmuró con voz muy ronca, su garganta era una total lija- No vuelvo a tomar una sola gota de alcohol en mi vida-
¿Tomar? ¿Alcohol? ¿La noche pasada? ¿Qué mierda pasó?
Se sentó de golpe en la cama, tan fuerte que todo a su alrededor y que de paso no reconocÃa se volviera borroso. Se apretó el tabique. Si, tenÃa una muy buena resaca. No querÃa ni imaginarse cuanto alcohol metido en su cuerpo para ni siquiera recordar cómo habÃa llegado a...
Miró a su alrededor con los ojos entrecerrados. No habÃa casi luz en la habitación, pero la poca que entraba por la ventana aumentaba las pulsaciones en su pobre cabeza. Era un cuarto de hotel, y uno muy lujoso, dicho sea. Las sábanas estaban todas revueltas y con el inconfundible olor a sexo impregnado en ellas.
-Qué lástima- dijo apretando los labios- No recuerdo quién demonios me folló anoche, pero debió ser bueno- estiró su cuerpo- Me siento tan satisfecha-
Una enorme sonrisa cruzó sus labios. Pocas veces habÃa estado asÃ, tan campante que su buen humor vino. Hasta su barriga estaba llena.
Y ahora ¿barriga llena?
Sus ojos volvieron a abrieron y una expresión de pánico opacó su sonrisa.
Rebuscó entre las sábanas para encontrar algunas gotas de sangre. Se pasó la lengua por el paladar y todavÃa quedaba un poco del sabor metálico y a la vez dulce de la sangre. Ni siquiera sus colmillos se habÃan retraÃdo completamente.
Quien fuera la persona que la que se habÃa estado revolándose habÃa sido mordida por aquella boquita traviesa que tenÃa. No le gustaba la idea de haberlo hecho sin estar consciente. Siempre tenÃa un cuidado especial en mostrar lo que era. Después de todo, en pleno siglo 21, una vampira tenÃa una muy mala reputación que le precedÃa y no querÃa ser perseguida otra vez como 100 años atrás.
Respiró profundo. No podÃa alterarse. Intentó recordar algo de la noche pasada, pero nada, las sensaciones seguÃan presentes en todo su cuerpo, pero su cabeza habÃa hecho borrón y cuenta nueva. Muy mal momento para ello.
-Cabecita mÃa coopera, que es necesario. Estamos en un problema- se golpeó la sien.
Pero analizándolo desde otro punto de vista, el hombre no estaba en el cuarto por lo que no estaba muerto, y la policÃa o los cientÃficos locos no habÃan llegado por lo que todavÃa no habÃa sido descubierta. La idea más sensata... acabar de mover el culo y desaparecer de allà antes que ellos hicieran acto de presencia.
Encontró que su ropa estaba pulcramente doblada en una silla. ¿El desconocido habÃa sido tan considerado con ella? PorquerÃa, nadie, después de una casual noche de sexo, actuaba asÃ. Por lo que la recogió y se metió al baño.
Dejó que el agua caliente se llevara cualquier cosa de su cuerpo incluyendo los fluidos secos y se lavó rápido la cabeza. No serÃa nada bueno si llegara alguien. Se secó dejando su cabello húmedo y se vistió. Pasó por delante del espejo para darse los últimos retoques, pero no fueron sus hermosos ojos ámbar, ni su cabello color arena algunos tonos más claros, lo que hizo que su respiración se quedara atrapada en su garganta.
Sus dedos temblorosos abrieron un poco más el cuello de su blusa. EspecÃficamente donde descansaba una marca, con un complicado patronaje, que se dibujaba alrededor de la parte baja de su cuello como si fuera un collar. Las finas lÃneas azuladas podÃan pasar por un simple tatuaje, pero nada más lejos de la realidad.
-Maldición, maldición ¿qué hice?- gritó y retrocedió. Resbaló con el piso húmedo y cayó sobre sus lastimadas nalgas. La conmoción era tan grande que apenas lo sintió.
Aquella marca era lo último que deseaba en esta vida. Significaba que habÃa mordido a alguien durante el sexo y después de comprobar su compatibilidad lo habÃa marcado como su esclavo de sangre, el grillete en su cuello era prueba de ello. Su ahora esclavo, en alguna parte de este mundo debÃa tener uno similar, de color rojo.
Se hizo presa del pánico.
¿Cómo demonios eso habÃa ocurrido?
Un esclavo de sangre no era tan fácil como la gente pensaba. Sin él ahora ella estaba condenada. ComenzarÃa a hacerle rechazo a toda la sangre que no fuera la de su esclavo y en poco tiempo el grillete en su cuello se extenderÃa y la consumirÃa. Una maldición a la que todos los vampiros le huÃan.
Por eso es que ya no tenÃan Esclavos de Sangre, a menos que fuera la persona que realmente desearan atar en esta vida o aquella que habÃa nacido predestina en tu camino. El precio a pagar era muy alto.
Pero eso no era lo peor de todo.
Ni siquiera recordaba el rostro del hombre, al que supuestamente habÃa hecho su esclavo.
Estaba en una situación complicada.