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47. Lo quiero para mí

Aisling cerró la puerta del auto con un golpe seco, un gesto claro para los guardaespaldas que la seguían como sombras molestas: su presencia no era bien recibida.

Caminó por el sendero de piedras de mármol blanco hasta la imponente puerta principal de la mansión de su amiga. Tocó el timbre dos vec...