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34. En la quiebra

Lorna

Al marcharse Elizabeth, mi padre subió las escaleras todo endiablado y rojo de la furia gritando el nombre de mi madre que estaba descansando en su recámara. Yo lo seguí sin entender nada todavía, pero lo que sí sabía era que todo tenía que ver con los documentos que leyó hace un rato.

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