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04

La sala de juntas de la compañía Whitmore se encontraba en silencio tenso. Los empleados intercambiaban miradas inquietas, murmurando entre ellos sobre el inesperado anuncio que Damián Whitmore, el hermano de difunto ejecutivo, estaba a punto de hacer.

Damián, se aclaró la garganta y se puso de pie al frente de la sala. Todos los ojos se posaron en él con expectación.

—Queridos colegas —comenzó, con voz grave—, los he convocado aquí para comunicarles una importante decisión que se ha tomado. Después de todo es algo esperado, tras la muerte de mi hermano Darren Whitmore, es momento de anunciar la voluntad de mi hermano.

Los empleados intercambiaron miradas perplejas y suaves jadeos se escucharon en la sala. ¿Acaso Damián estaba loco? Alexander era tan exigente y gruñón... ¿Acaso sería el nuevo director de la compañía Whitmore?

—Es por eso que, tras una cuidadosa deliberación, he nombrado a mi sobrino Alexander Whitmore como sucesor de Darren Whitmore, es su voluntad y la estoy cumpliendo —anunció Damián, haciendo una pausa para dejar que sus palabras calaran.

La reacción de los presentes no se hizo esperar. Murmurios de preocupación y algunas expresiones de desconcierto se apoderaron del ambiente. Alexander Whitmore, el joven y ambicioso ejecutivo, era conocido por su estilo de liderazgo inflexible y poco empático.

En ese momento, la puerta de la sala de juntas se abrió y Alexander entró con paso firme y porte imponente. Su rostro mostraba una expresión seria, casi intimidante. Recorrió con la mirada a los empleados, que le devolvieron miradas temerosas.

Damián le cedió la palabra a su sobrino, quien se acercó al centro de la sala. Alexander se paró frente a todos y, con voz grave, comenzó a dirigirse a los presentes.

—Me dirijo a ustedes como el nuevo presidente de Whitmore —comenzó, con un tono que carecía de calidez—, es un honor y una gran responsabilidad para mí asumir el liderazgo de esta compañía. Sé que muchos de ustedes tienen dudas sobre mi capacidad y mi estilo de gestión, pero les aseguro que mi único objetivo es llevar a Whitmore a un nivel de excelencia y eficiencia sin precedentes.

Hizo una breve pausa, y sus ojos recorrieron una vez más a los empleados, que escuchaban con cautela.

—A partir de hoy, les exigiré un compromiso total con la empresa y una dedicación inquebrantable a los resultados. No toleraré errores ni ineficiencias.

Algunos de los presentes intercambiaron miradas de resignación y preocupación. Una vez terminado su discurso, Alexander asintió levemente y se dio la vuelta para salir de la sala. Damián lo siguió con la mirada.

Alexander caminó con paso decidido hacia su nueva oficina, seguía conservando tantas cosas de su padre que sintio que estaba a su lado. Una vez en el despacho, contempló la imponente vista de la ciudad que se extendía ante él. Era un escenario de éxito, poder y control. Y eso era precisamente lo que él anhelaba.

—Padre, a pesar de que me has metido en esto y me has condicionado, te prometo que daré lo mejor de mí —soltó dejando el portarretrato sobre el escritorio.

Se dejó caer sobre la silla giratoria, él desde alli, en lo más alto del imponente edificio corporativo, se sentía invencible. De pronto Lauren vino a su cabeza, no quería que lo dominara, pero seguía allí y la culpa lo señaló.

"Eres una bestia conmigo... Y quiero morir. Déjame morir, Alexander". Recordó.

Sacudió la cabeza.

Rápidamente, apartó cualquier pensamiento relacionado con su esposa y se sumergió en los documentos que su secretaria, Elena, había dejado sobre su escritorio. Necesitaba revisar los informes financieros y preparar una estrategia para implementar los cambios que consideraba necesarios.

Cuando Elena entró otra vez, tímidamente, a la oficina con una nueva pila de documentos, Alexander levantó la vista y la observó con expresión severa.

—Deja eso sobre mi escritorio —ordenó, con tono brusco.

La joven secretaria obedeció, dejando los papeles y retirándose rápidamente de la oficina. Alexander comenzó a revisar los documentos, pero pronto su ceño se frunció al percatarse de que no eran los que había solicitado.

—¡Elena! —gritó, llamando a la aterrada secretaria.

Cuando ella regresó, Alexander la reprendió con dureza, acusándola de incompetente y exigiéndole que corrigiera el error de inmediato.

—¡Esto es inaceptable! ¿Acaso no sabes hacer tu trabajo? —espetó, su voz destilando furia.

Elena salió de la oficina al borde de las lágrimas, consciente de que su nuevo jefe no tendría contemplaciones. Alexander, por su parte, volvió a sumergirse en el trabajo, decidido a demostrar su valía como director de la compañía Whitmore. Su ambición y sed de poder lo consumían, dejando poco espacio para cualquier otra cosa.

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