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Mi pecho vibraba de satisfacción, mi lobo más que feliz de verlo tomar tal acción. SabÃa que mis ojos también estaban brillando, reflejando el verde de mi naturaleza inhumana. Pero, a diferencia de él, aún me quedaba un ápice de razón, aunque fuera tenue.
Gruñendo, me empujó los hombros hacia adelante. Me apoyé en mis codos, completamente expuesta. Fenrir se posicionó detrás de mà y rozó su miembro contra mi entrada húmeda una vez antes de penetrarme abruptamente.
Solté un grito de placer, echando mi cabeza hacia atrás y abriendo los labios. Él gruñó, sujetando firmemente mi cintura y moviéndose hacia adelante y hacia atrás.
Dentro, mi cuerpo vibraba. ¡SÃ, sÃ, sÃ!
Esto era lo que necesitaba; esto era lo que querÃa. Fenrir me follaba como un animal, empujando dentro de mà y retirándose para repetir el movimiento. Su gran miembro me estiraba cada vez más.
Aunque mi cuerpo no habÃa estado preparado, estaba lo suficientemente húmeda para sentirlo deslizarse dentro fácilmente.
Cerré mis manos alrededor de las hojas húmedas que cubrÃan el suelo, aplastándolas. Con cada impacto de su cuerpo contra el mÃo, era sacudida hacia adelante, presionando mi frente contra el suelo.
Todo lo que podÃa sentir era a él. Todo lo que podÃa escuchar y en lo que podÃa concentrarme eran los sonidos de sus gemidos roncos mezclándose con el aullido del viento que sacudÃa las ramas altas de los árboles.
Él envolvió un brazo alrededor de mi cintura y me jaló hacia él, levantándome hasta mis rodillas sin desconectar nuestros cuerpos. Con su otra mano, apartó mi cabello hacia un lado, sobre mi hombro, y besó la curva desnuda de mi cuello.
Cada fibra de mi ser palpitaba, deseando más. Era como si aún no fuera suficiente.
—Fenrir...— murmuré, su nombre no más que un gemido entrecortado.
Él besó mi piel, soplando aire caliente sobre mÃ, y arrastró su lengua, lamiéndome como si saboreara mi gusto. El brazo alrededor de mi vientre se tensó, volviéndose de acero.
Me besó de nuevo.
Apoyé mi cabeza contra su pecho, frotándome contra la punta de su miembro que provocaba mi entrada.
Él lamió la zona de piel una vez más.
SonreÃ, estremeciéndome ante el toque áspero de su cálida lengua.
Y entonces, sin previo aviso, apartó su rostro solo para volver y hundir sus colmillos en el costado de mi cuello donde una vena latÃa, rompiéndola y tomando mi sangre.
Marcándome como su propiedad.
Mis ojos se abrieron de par en par, y solté un grito agudo, temblando mientras un dolor agudo me golpeaba tan ferozmente que parecÃa que mis huesos se partirÃan en dos. Fue rápido, inesperado y abrupto. Duró solo un parpadeo, y luego fue reemplazado por placer.
Sentà el lÃquido caliente deslizarse por mi clavÃcula, deslizándose sobre mis pechos.
Algo dentro de mà se rompió.
Era como si mi lobo tomara el control total.
Apreté los dientes, y mis colmillos se extendieron. Fenrir me penetró, gruñendo contra mi nuca. Hundà mis uñas en el brazo que mantenÃa alrededor de mi cintura mientras se movÃa hacia adelante y hacia atrás, montándolo arriba y abajo.
Eché mi cabeza hacia atrás y gemà fuerte, susurrando palabras ininteligibles.
La mordida de Fenrir actuó como una inyección de adrenalina en mi torrente sanguÃneo. Era intensa, deliciosa y abrumadoramente cálida.
Seguà frotándome en su regazo, incontrolablemente, dejándome consumir por la sensación de ser marcada por él, completamente dominada.
Cada fibra de mi ser vibraba con energÃa pulsante.
No era natural; era pura, absoluta magia.
El sonido de la succión de nuestros cuerpos resonaba por el bosque, ahuyentando a cualquier animal con el más mÃnimo sentido de alerta.
Él retiró sus colmillos de mi cuello, soltando un sonido gutural—un gruñido mezclado con un aullido.
Me liberé de él, lanzándome hacia adelante, girando sobre mis talones. Él aún estaba de rodillas mientras yo merodeaba a su alrededor con pasos calculados y silenciosos.
Sus ojos dorados se fijaron en mÃ, sangre goteando de su barbilla. Incliné mi cabeza, estudiándolo, absorbiendo nuestros olores mezclados, y sonreà con satisfacción.
Fenrir se levantó, asumiendo la misma posición que yo, como si se preparara para cazarme. No quedaba nada humano en él, solo la bestia interior.
Nos rodeamos el uno al otro con los cuerpos agachados y los brazos sueltos, listos para atacar. Él era mucho más fuerte y rápido que yo, pero aun asÃ, no me intimidaba.
En un movimiento repentino, me lancé hacia adelante. Él me atrapó en el aire, impidiendo que lo derribara. Rodeé su cintura con mis piernas y sentà la áspera corteza de un árbol presionando contra mi espalda mientras él seguÃa el rastro de besos por la herida fresca con labios hambrientos.
Le agarré el cabello, tirando su cabeza hacia atrás. Abrà mis labios, revelando mis colmillos, y luego mordà el costado de su fuerte cuello, marcándolo tal como él me habÃa marcado a mÃ.
Su sangre sabÃa a fuego—pura y antigua.
Él tembló antes de dejar escapar un gemido bajo. No hubo resistencia. Aceptó ser marcado por mÃ. Ya fuera el hombre o la bestia en control, aceptó mi reclamo.
Succioné el lÃquido cálido, absorbiéndolo, dejando que una parte esencial de él fluyera en mÃ, fusionándonos como uno solo.
Fenrir posicionó su miembro en mi entrada y embistió con fuerza, incluso mientras mis dientes seguÃan hundidos en su carne.
Era tan intenso, tan abrumador.
PodÃa sentir lo que él sentÃa—el placer más profundo y absoluto. Era como si sintiera por ambos.
Él gruñó, apretando mis muslos con fuerza.
No pude contenerme; me perdà en un orgasmo tan poderoso que parecÃa que mis huesos se rompÃan. Solté su cuello, echando mi cabeza hacia atrás contra el tronco del árbol mientras mi cuerpo temblaba.
Fenrir agarró mi cabello con su puño, forzando nuestros labios en un beso, mezclando el sabor de su sangre en mi boca con la mÃa en la suya.
Siguió embistiendo en mÃ, deslizando su miembro hasta el fondo antes de salir para repetir el movimiento.
Mi sangre sabÃa a miel en su lengua, y mezclada con la suya, parecÃa vibrar. Él también lo sentÃa, gimiendo más fuerte contra mà y apretándome con más fuerza. Sentà la punta de su miembro hincharse, liberando el nudo. Y luego... se desató en un profundo orgasmo, derramándose dentro de mÃ.
Por unos segundos, no hicimos nada. Permanecimos quietos, mirándonos el uno al otro. La áspera corteza del árbol rascaba la piel desnuda de mi espalda, y la brisa frÃa agitaba mi cabello, sucio con hojas secas y tierra.
Miré a Fenrir, observando cómo el sutil resplandor plateado de la luz de la luna iluminaba su rostro. Sus ojos seguÃan siendo de un brillante dorado, pero se desvanecÃan con cada segundo que pasaba. Su cabello era un hermoso desastre, con ramitas rotas enredadas en algunos rizos castaños.
El bosque habÃa caÃdo en un silencio sepulcral, como si los animales a nuestro alrededor hubieran huido lejos, manteniendo su distancia de nosotros dos.
Él parpadeó una vez, dos veces, tres veces, mientras sus ojos cambiaban, tomando su forma humana y reemplazando el tono dorado y las pupilas dilatadas por un azul profundo, salpicado de plata. Frunció el ceño, luciendo confundido. Su mirada se movió de mi rostro a la marca en mi cuello, y luego retrocedió, colocándome suavemente en el suelo. Tambaleándose dos pasos hacia atrás, tocó su cuello donde mis dientes habÃan marcado su piel, luego abrió los ojos y me miró con un odio palpable.
La emoción era tan profundamente genuina que podÃa sentirla emanando de cada poro de su ser.
—¿Qué hiciste?— siseó, las venas abultándose a los lados de su cuello, distorsionando su hermoso rostro en una mueca.
Jadeé, tan confundida como él.
—¿Qué?— susurré, sintiendo de repente frÃo por primera vez desde que habÃa comenzado mi celo.
No estaba segura si era la forma en que me miraba o la culpa de haber tenido sexo en medio del bosque con un macho que apenas conocÃa. Sentà vergüenza, tristeza y... toda su ira.
—¡Ahora estamos unidos, maldita sea!— gritó, tirando de su cabello en desesperación. —¿Qué eres?— gruñó.
Crucé mis brazos sobre mi pecho, cubriéndome del macho que acababa de follarme y... marcarme.
Solo entonces me di cuenta de lo que esto significaba.
Jadeé, tragando un grito que se quedó atrapado en mis pulmones.