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—No me obligues a ponerte una mordaza. Así que no hables así, cuando no te lo pido —me advirtió aferrando su brazo y cuando la soltó, la joven se tambaleó un poco. Tenía los vellos de punta. Mucho terror ahora que se encontraba en esa situación.

Solo se limitó a asentir.

No supo de dónde, pero la mu...