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La demonia

Mis muñecas estaban atadas a los reposabrazos, la cuerda apretada mordía mi piel. Mis piernas estaban sujetas a las patas de una silla, inflexibles. El pánico se encendió en mi pecho, pero lo enterré bajo una marea creciente de ira.

Entonces, la figura se movió. Un clic resonó en la oscuridad, y un...