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Cuando la tierra tembló

Por supuesto que sí.

Y él estaba esperando.

Corrí hacia el centro, deteniéndome justo más allá de la barrera brillante que nos separaba. Mi corazón latía con fuerza, pero me negué a mostrarle cualquier vacilación.

—No te tengo miedo —murmuré, con los puños apretados tan fuerte que mis uñas casi p...