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Su alma rota

El pánico me golpeó como un puñetazo en el estómago. El caos reconfortante de mis amigos, el ruido que usualmente llenaba cada rincón de este lugar, había desaparecido. No había risas, ni conversaciones en voz baja, ni crujidos de las tablas del suelo. Solo un silencio inquietante y sofocante.

Mi p...