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Lucian se quedó tan congelado que ni siquiera podía respirar.

Lágrimas.

Era en lo único que podía concentrarse. Y estas bajaban por el hermoso rostro de aquel lobo que lo hacía perder la paciencia. Acercó, sin dudar, sus dedos hacia su mejilla para recoger algunas de ellas pero Aidan alejó su rostr...