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Sacha caminaba por los pasillos de la mansión con su hermano entre sus brazos. El pequeño reía jugando con los cabellos del lobo mayor jalándolos con cuidado. Su hermano había logrado escaparse con el príncipe después de robárselo a Axel y Fallen que insistían en pasar el tiempo con él, pues ese día sus padres estaban sumamente ocupados.

-Hoy hermanito, vamos a aprender cosas nuevas- el lobo le sonrió pellizcándole la mejilla rosada.

-¿Qué vamos a aprender? –el niño sonreía mientras entraban en la inmensa biblioteca general de la manada.

-Falco me dijo que te enseñara sobre las grandes manadas- dejó a Aidan sentado en el medio de la alfombra y se dirigió a unos de los estantes cogiendo un libro grande de cubierta de piel.

Volvió y lo dejó sobre el hombre tomando el lugar de su hermano. Aidan curioso tocó el material del libro y se emocionó. Gateó hasta el regazo de su hermano y se sentó allí cómodamente. Sacha besó la cabeza de su hermano, Laira nunca había sido tan cariñosa con ninguno de ellos, si, se mantenía a su lado pero evitaba la mayor parte del tiempo su contacto. Por su parte Aidan le gustaba ser cargado, tomar sus manos y darles besos, sobre todo a su madre, bueno su madre no contaba precisamente, Aidan era uña y carne con el lobo, a su padre y a su hermano mayor Matías que de vez en cuando vacilaba si devolvérselo, pero quien podía negarse a aquellos hermosos plateados del niño.

Sacha abrió el libro buscando un capítulo en específico.

-Mira Aidan- señaló el mapa que abarcaba los dos páginas- Este es el mapa central donde están las grandes manadas de esta zona. Aquí estamos nosotros- rodeó la zona de la manada de Plata que se extendía incluso donde anteriormente estaba la manada gris- Esta es la manada de hierro, por el momento no tiene alfa o reina y está siendo cerciorada por el Consejo- Después desplazó su dedo aún más allá. En ambos extremos del mapa había dos zonas con una coloración diferente, una tan blanca contrastante con la zona tan roja que había incluso partes negras.

-¿Sacha qué son esas?- Aidan miró hacia arriba con el dedo extendido hacia el libro.

-Ah, esas zonas, nunca he ido a ellas, son las manadas más alejadas. Son la manada de hielo y de fuego, pertenecientes a los alfas gemelos. Serán idénticos en apariencia, pero su carácter son precisamente como el nombre de cada una de sus manadas- sonrió recordando la única vez que había tenido un acercamiento a ellos.

Los alfas eran igual de grandes que Dante, con un imponente y extraño cabello plateado, una característica que era totalmente extraña en cualquier lobo. Ya de por si era extraño que eran gemelos y con el cabello de aquella coloración, fueron simplemente fenómenos, pero una vez que demostraron sus habilidades callaron los hocicos de todos y pocos años después ya eran la cabeza principal de sus futuras manadas.

-Pa también es gemelo con tío-dijo inocentemente Aidan –Y ellos se parecen mucho-

-Si, Dante y Dimitri se parecen bastante, aunque, hizo memoria, no, quizás no se parecen tanto- se burló.

-¿En qué no nos parecemos?- la voz del Comandante resonó en la habitación acercándose a ellos-

-Tío Di- Aidan le sonrió y le alzó los bracitos para que lo cargaro.

El lobo se acercó con una sonrisa de medio lado y se dejó caer en la alfombra cansado, el día había sido realmente agotador y necesitaba unos minutos para él mismo hasta que oyó su nombre. Sacha lo miró con una gota de sudor en la sien y una sonrisa traviesa. A pesar del carácter duro del lobo, ya sabía que no le haría nada. Él y Axel habían establecido una relación con el lobo después que este los sometiera a cierto entrenamiento del que no quería acordarse, culpa de su padre adoptivo que quería que estuvieran preparados por si algo ocurría en el futuro.

Dimitri agarró a su sobrino y lo dejó que trepara sobre él hasta agarrarse a su cuello y dejando varios besitos en su mejilla.

-Tío, estás sucio-

-Qué hace mi sobrino diciéndome esas cosas- la reprendió Dimitri con una sonrisa y alborotándole la maraña de ondas oscuras- Tu tío estaba trabajando hasta ahora mismo fuera de la mansión, que esté totalmente limpio es un milagro-

-Aidan es muy quisquilloso- se burló otra vez Sacha cerrando el libro.

-No te detengas- le dijo Dimitri- Sé que le estabas en enseñando sobre nosotros-

-Si tío, aprendí que hay varias manadas, hay una de fuego, otra de hielo y hermano- se giró hacia el lobo menor –No me mencionaste la manada de Lului-

-¿Lului?- ambos lobos se miraron confundidos. No conocían a nadie que se llamara Lului, no, nadie cercano, a menos que...

-Precioso- Dimitri le giró la cabeza hacia arriba – ¿Dé quién estás hablando?-

Aidan hizo un puchero que hinchó sus regordetas mejillas.

-De mi lobo, ese de cabello rojo, con el que me casaré- mostró una gran hilera de dientes blancos.

Una vena palpitó en la sien de Dimitri.

-¿Aidan, estás hablando de Lucian, el líder del Consejo?- lo vio asentir con energía agitando su cabello.

Dimitri fingió una sonrisa. Había escuchado del tema mucho antes de que el cachorro naciera de los labios de su reina, pero había pensado que era una broma. Además, Lucian apenas si tenía tiempo de estarlos visitando por lo que los caminos del lobo y él no se habían cruzado en todo ese tiempo

– Mi hermoso sobrino, lo siento pero no te casarás con ese lobo, primero sobre mi cadáver-

La sonrisa se desvaneció del rostro de Aidan siendo reemplazadas por gruesas lágrimas que escaparon de sus ojos. Acto seguido un fuerte sollozo invadió toda la biblioteca dejando a los dos lobos petrificados. Aidan se llevó las manitos a sus ojos y los cubrió levantándose torpemente del regazo de su tío donde había estado sentado y caminó como pudo hacia la puerta. Sus piernitas eran cortas a pesar de que parecía un poco más grande para su tiempo.

Sacha y Dimitri solo se miraban estupefactos mientras los gritos sollozantes de la pequeña se esparcían por los pasillos.

Dante oyó a su hijo llorar y soltó todo lo que tenía en sus brazos corriendo hacia él con la velocidad digna de su habilidad. Lo encontró caminando apoyándose de la pared.

-Papááááá- alzó las manitas cuando lo olió. Tenía los ojos cerrados de tantas lágrimas.

El alfa se arrodilló y lo cargó preocupado. Aidan sollozaba contra su hombro sin consuelo. Dante oyó a Sacha y a Dimitri correr hacia él y los miró dubitativo.

-¿Qué le pasó que está llorando así?- movía a su hijo entre sus brazos sobándole la espalda para tranquilizarlo.

-Que Dimitri se lo negó- respondió Sacha rascándose la mejilla.

-¿Qué negó?- Dante se estaba desesperando, se ponía en muy malas condiciones cuando veía a alguien derramar lágrimas así, fuera de su familia o de su manada.

-Tío no quiere que me case con Lului- la respuesta sollozante del niño le pareció cómica a pesar de estar en un mar de llanto.

-¿Aidan, quién es Lului?- le limpió inútilmente una de las mejillas con el pulgar.

-Lucian- concluyó Dimitri solo causando que el rostro del lobo se congelara.

-Claro que no- gruñó Dante- Claro que no te casarás con él- recalcó

Los sollozos de Aidan se detuvieron un segundo y él se separó un poco de su padre mirándolo con los ojos muy abiertos. Esta vez, el sollozo que le siguió fue aún más fuerte pudiéndose escuchar bastante lejos. Alguien no estaría contento con aquello, alguien de cabello oscuro y ojos violáceos.

-¿Qué le están haciendo a mi hermano?- Fallen apareció detrás del alfa y agarró a Aidan llevándolo contra su pecho –Tranquilo Aidan, respira- pero el cachorro lloraba a moco tendido.

-Nosotros solo...- Dimitri justificó.

-Sí, ya sé, escuché toda la conversación, pero- se giró hacia Dante- Alfa disculpe si soy irrespetuoso, pero él es muy cachorro como para entender ciertas cosas, aún si es más inteligente de la media, no puede entender la razón de su negación-

Fallen dio una reverencia y se dio media vuelta.

-Me lo llevaré hasta que todos se calmen y puedan hablar como lobos civilizados- y se alejó de ellos calmando a el niño que empapaba su camisa.

-Creo que ma no estará muy contento cuando escuche lo que acaba de pasar- Sacha sonrió tímido, esa noche Lukyan les iba a gritar a todos, incluyendo a los que no estaban allí. Era raro verlo hacer eso, pero cuando se molestaba era de temer.

-Sacha, no eches más sal en la herida- Dante suspiró y se llevó el cabello hacia atrás. Se imaginaba el rostro de su reina, ya habían tenido esa conversación que había quedó con solución inconclusa, un lobo sin comprender, un lobo molesto y ambos sin hablarse por todo un día. El peor día de su vida. Por suerte él había cedido porque Lukyan era implacable cuando se trataba de sus hijos. Siempre los ponía antes que todos, incluso de él. No era que le molestara mucho, pero en ciertos asuntos era un real problema porque...

¿Cómo demonios le explicas a un lobezno de 3 años que no puede estar con el lobo que él quería? Pues, no, no puedes

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