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Vincet se apretaba el entrecejo buscando la mayor paciencia que pudiera haber en su ser. Su cabeza martilleaba poniéndolo de más mal humor del que estaba antes y para colmo tenÃa que soportar toda aquella situación.
-En serio Liliana, tiene mucho descaro que después de 20 años vengas a pedirme en la cara que cuide a tu hija asà sin más. Acaso ella no es mayor de edad- el hombre no podÃa creer lo que ella le habÃa pedido antes.
La chica sentada al lado de su madre aún tenÃa la cabeza gacha y en ningún momento habÃa dejado ver claramente su rostro, su cuerpo se notaba tenso y nervioso. Vincet chasqueó la lengua ante la reacción de ella totalmente diferente a la que estaba acostumbrado y más por la forma en que estaba vestido. Normalmente las mujeres solÃan comérselo con los ojos como por ejemplo ahora mismo la madre de ella.
-Por favor Vincet no seas tan trágico. Solo son 20 años- Liliana le quitaba interés al asunto como si aquello fuera lo más natural.
-¿Trágico?- él soltó un bufido de indignación- apena si tuvimos tres meses de relación antes que me pegaras el cuerno con uno de mis amigos, me hicieras pasar la vergüenza del siglo y ahora vienes simplemente con tu cara y sonrisa para que cuida a quien, a una chiquilla malcriada que no puede valerse por sà misma. Por favor Liliana, mejor salte por la puerta antes que lo haga yo mismo.
La joven apretó los labios ante las palabras despectivas del hombre hacia ella sin embargo mantuvo el silencio. Su madre estaba cerca y la habÃa advertido desde antes. Abrir la boca le podrÃa buscar serios problemas.
-No te estoy pidiendo que la cuides de por vida. Solo necesito dejarla con alguien que conozca al menos seis meses que estaré de viaje de trabajo. Como vez mi hija tiene retraso mental, no puede quedarse sola, necesita un tutor que la ayude en el dÃa a dÃa. Ella estudia y va a la universidad, pero su salud es débil y ella no cuida bien de sà misma.
-Acaso ese es mi problema- los ojos azules del hombre la fulminaron- Es tu hija, no es nada mÃo, nosotros solo tuvimos sexo una vez y el condón no se rompió, asà que no vayas a usar la excusa de que es mi hija solo para sacarme dinero.
-No, no es tu hija- se defendió Liliana- Realmente no sé quién es el padre, pero eso no viene al tema. No puedo dejarla sola, y no tengo a nadie que me ayude. Tú eres la única persona que conozco en esta ciudad Vincet, no puedes negarme esa ayuda.
Él alzó una ceja.
-Llévala a un centro de cuidados, hay varios, si quieres te los puedo mandar a buscar ahora mismo, aunque de seguro mi secretario estará de peor humor que yo pues por fin pudo irse a descansar.
Liliana rápidamente negó con la cabeza.
-Acaso no entiendes el punto Vincet, tú aún me debes un favor, y lo sabes- esta vez ella no se contuvo y usó la carta que tenÃa guardada, incluso su tono de voz habÃa cambiado- o acaso se te olvidó cuando tuve que soportar el desprecio de tu familia cuando me hiciste pasar por tu prometida y que te casarÃas conmigo para evitar tu compromiso. La vergüenza y humillación de ese dÃa nunca la voy a olvidar.
El cuerpo de Vincet se tensó ante lo que ella dijo.
-Siempre has dicho que eres un hombre de palabra, asà que no te eches para atrás, me dijiste que esa ayuda me la pagarÃas en el futuro. Para eso estoy aquÃ. No te estoy pidiendo dinero, ni propiedades, ni que te hagas responsable de nada de mi persona, solo quiero que dejes a mi hija estar aquà segura solo seis meses. Después vendré y me la llevaré y dejaré las deudas saldadas.
-¿Te estás oyendo?- Vincet gruñó con los dientes apretados- Vienes a mi casa a chantajearme de esa manera.
-No es chantaje Vincet, lo serÃa si te dijera que puedo sacar un buen reportaje de mi historia. Estoy segura que mucha gente está interesada en la vida amorosa de uno de los empresarios más cotizados de la zona.
Los orbes azules la fulminaron.
-Veo que tenÃas todo planeado.
-Han pasado bastantes años como para ello. Asà que si, lo tenÃa bien planeado. Si te disgusta ya sabes lo que debes hacer, pero si no accedes a mi petición sabes también lo que haré yo. No deseo llegar a eso- Liliana definitivamente habÃa llegado allà a lograr sus objetivos.
Vincet cerró los ojos y respiró profundo. Su pecho dolÃa por lo fuerte que su corazón palpitaba tanto de la rabia como de la indignación. Se levantó y caminó en dirección a Liliana.
-Ven conmigo- la agarró del brazo y tiró de ella hasta sacarla de la sala. No era un hombre violento, ponerle la mano encima a una mujer que no fuera para hacerla gemir de placer, estafa fuera de su código, pero esta vez habÃa usado un poco más de fuerza de la que estaba acostumbrado con las féminas.
Eso era lo que se habÃa buscado Liliana con sus peticiones fuera de lugar.
Las dos personas desaparecieron de la sala dejando a la joven sentada en el sofá con la cabeza gacha. El cabello le hacÃa sombra en el rostro hasta que lo alzó un poco mirando por donde se habÃan ido. Estaba en un lugar completamente desconocido para ella. Y realmente no sabÃa que pasarÃa.
Su madre realmente debÃa estar loca con dejarla sola en casa de un hombre que era sabido le gustaba mucho las aventuras con varias mujeres sin nada serio, solo porque tenÃa un plan en mente, pero acaso su madre se habÃa preocupado realmente por ella. No era algo que pudiera decir con franqueza ni tenÃa los medios para expresarlo libremente. Ahora solo le quedaba ver que harÃan con ella, como si fuera un simple objeto.
Soltó un respiro y aflojó un poco sus manos. Estaba realmente cansada de todo aquello, aunque quizás aquella era su oportunidad. Liliana no era la única inteligente y mientras las dos personas discutÃan en la habitación de al lado ella repasó toda la estancia grabando cada parte y las cosas que pudiera utilizar, solo por si acaso y en caso que tuviera que usar algo para defenderse.
Otra cosa que tenÃa que reconocer era que el hombre, Vincet, como lo habÃa llamado su madre se veÃa mucho mejor en persona que en la foto que esta le habÃa mostrado de una revista. Su rostro tenÃa las fracciones bien ubicadas, sus labios en una lÃnea recta lo hacÃa parecer más serio de lo normal, pómulos altos, ojos azules rodeados de espesas pestañas negras y un cabello del mismo color que caÃa en flequillo sobre su frente al menos en ese momento húmedo y la otra parte que habÃa sido acomodada hacia atrás.
También la foto ocultaba el cuerpo que sin escrúpulos les habÃa mostrado cuando abrió. Se notaba que habÃa ejercicios, con la espalda ancha, los brazos gruesos, los pectorales duros asó como su abdomen definido hasta el borde del pantalón a la cadera. La imagen la habÃa hecho tragar en seco pues era bastante intimidante, al menos para una chica como ella que no tenÃa mucha relación con lo sexual. Algo con lo que él estaba muy familiarizado.
Ah, su integridad parecÃa que correrÃa peligro dentro de aquellas paredes. Algo que estaba segura que perderÃa en los próximos seis meses… porque eso era parte del plan ¿no?
Pasaron al menos diez minutos antes que las dos personas volvieran. El rostro de Vincet estaba completamente helado mientras el de Liliana no mostraba que estaba realmente contenta pero tampoco decepcionada, por lo que Alicia definió que… ¿habÃa ganado?
-Te quedarás con él cariño. Yo te llamaré constantemente al igual llámame si necesitas algo- Liliana se acercó a ella y le dio un beso rápido en la mejilla, lo que antes de separarse le susurró en el oÃdo- No me decepciones.
Y se levantó con una leve sonrisa.
-La dejo a tu cuidado Vincet, es una buena niña.
-Tu niña como dices tiene 21 años- gruñó él con los brazos cruzados sobre su pecho y notablemente tenso- Vete de una vez. Quiero dormir.
-Si, necesitaba hacer eso, ya mañana, con la mente más despejada pensarÃa mejor que harÃa con la chica.
Liliana solo le dio una ojeada antes de darse media vuelta y alejarse sin ser acompañada a la salida. Cuando la puerta se cerró dejando solo a las dos personas dentro el ambiente se volvió tenso. Vincet se quedó delante de la chica esperando que ella dijera algo más no fue asÃ.
Chasqueó la lengua con exasperación y se inclinó para agarrar la barbilla de la chica entre sus dedos y alzar su rostro. Los orbes color avellana mucho más claros que los de su madre se quedaron fijos en los de él.
-Primera regla en mi casa, cuando te vaya a hablar mÃrame directo a los ojos ¿Entendido?