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HabÃa que ser realmente valiente para llamar desde la entrada a las 12 de la noche cuando él habÃa tenido uno de los dÃas más agitados de su vida. Vincet Regal chasqueó la lengua y restregó su rostro en la almohada. El sonido del teléfono de la entrada al edificio no paraba de insistir y eso era solo señal que quien fuera que estuviera abajo no se irÃa.
-Maldición- murmuró aún sin abrir los ojos y agarró su celular que lo tenÃa anclado al teléfono.
Lentamente alzó sus párpados mirando el número para confirmar que fuera ese y descolgó en altavoz.
-Más vale que sea algo urgente porque no estoy de humor- después de casi 72 horas sin dormir debido a un viaje de trabajo y más de tres contratos cerrados lo menos que deseaba era que alguien perturbara su tranquilidad.
-Perdón señor Regal, pero dos mujeres lo están buscando aquà abajo. Una de ellas insiste en que es una buena amiga de usted, pero su nombre no está dentro de los contactos que usted ha dejado aquà abajo- respondió el custodio de la entrada.
-DÃgale que soy su exnovia- Vincet pudo oÃr a lo lejos.
¿Ex? Bueno, estaba bastante dormido para pensar, pero de esas habÃa tenido muchas. Las mujeres en su vida eran como el vino. Se probaba, se disfrutaba el momento y después a seguir el camino. No querÃa tener algo que lo atara, ya su vida laborar era bastante extenuante como para tener que estar cumpliendo los caprichos caros de una mujer. Acaso se pensaban que el dinero caÃa del cielo, no, él lo trabajaba muy duro.
-No sé quién es. Que se vayan, voy a colgar.
-Espere- el custodio parecÃa muy nervioso- Ella dice que es algo importante, que recuerde la deuda que usted tiene con ella. Que es mejor que las reciba.
El ceño de Vincet se frunció notablemente. Acaso lo estaban chantajeando. ¿Quién demonios se atrevÃa a eso? ¿Deuda? No recordaba tener alguna…
-Déjalas pasar- dijo con la voz ronca y los dientes apretados. Acto seguido colgó y arrojó el celular en la cama de mala manera haciendo que este rebotara.
Vincet chasqueó la lengua mientras se sentaba y echaba para atrás el flequillo negro y lacio hacia atrás. Se imaginó que era una de sus tantas ex queriendo chantajearlo, pero él… como que ya sabÃa cómo quitárselas de arriba, después de todo no regalaba información de su vida privada en los cortos momentos que estaba con ellas o sus aventuras.
Le gustaba ser libre, ya el trabajo administraba todo su tiempo, si quisiera compañÃa tendrÃa una mascota y no, no la tenÃa.
Se levantó y se dirigió al baño donde se lavó el rostro. Al alzar la cabeza mostrando su semblante húmedo pudo notar ligeras ojeras, asà como lÃneas rojas en sus orbes que hacÃa que el azul de sus ojos fuera más potente. Estaba mortalmente agotado. Y ahora en vez de estar durmiendo tenÃa que atender a una molesta princesita. O más bien… a dos.
Pocos minutos después, mientras tomaba agua en la cocina escuchó el timbre de la entrada y una sonrisa sÃnica apreció en su rostro. No tenÃa mucha paciencia para tratar con quien fuera por lo que no se habÃa tomado el momento para cambiarse de ropa. Asà que cuando abrió solo tenÃa el pantalón holgado de dormir a la altura de la cadera y una bata larga a juego que ni siquiera se habÃa tomado la molestia de abrochar. Todo el torso marcado debido a los años de entrenamiento matutino constante quedó a la vista de la mujer que apareció frente a él y donde sus ojos primero lo recorrieron antes de llegar a su rostro.
Rostro que mostró una expresión contrariada.
-Tú- soltó en notable asombro.
Liliana habÃa insistido lo suficiente para ser recibida, era una mujer acostumbrada a lograr lo que querÃa, y esa noche no serÃa la excepción. No se irÃa de allà sin lograr su cometido, por lo que una vez que le dieron luz verde para subir por el ascensor agarró fuertemente de la muñeca a la joven detrás de ella y la jaló, sin cuidar que enterraba sus largas uñas rojas la piel de la muchacha.
Cuando las puertas se cerraron Liliana soltó un suspiro y se acomodó su cabello color marrón en el reflejo de la puerta, asà como ver que el maquillaje estaba en su lugar. Las capas de base y polvo para esconder cualquier imperfecto hacÃa que su cutis se viera mucho más joven de su edad real.
Miró por el reflejo a la chica de detrás.
-Cambia ese rostro, no es como si te fuera a prostituir a cualquier hombre. Mira donde vive, de seguro está forrado en dinero- entrecerró los ojos- Ya sabes lo que tienes que hacer Alicia, no vayas a replicarme cuando estemos ahà adentro, o sabes bien lo que puede ocurrir- le dijo la mujer en tono de advertencia antes de que las puertas del elevador se volvieran a abrir en el último piso del edificio residencial.
La joven que tenÃa la cabeza gacha la miró por el rabillo del ojo y apretó los labios, mas no dijo ni una sola palabra. Su muñeca palpitando y sobre todo sus palmas ardÃan allà donde sus propias uñas habÃan rasgado su piel en desaprobación. Lo más sensato serÃa negarse, sin embargo, ella no tenÃa esa opción.
En el pasillo al que ingresaron con alfombra en el suelo, y grandes ventanales solo habÃa una puerta al final. Era todo un apartamento para ese piso.
-Asà que el cabrón tiene más dinero del que me imaginaba- Liliana soltó un gemido -Bueno hace falta que esta vez me ayude y me pague lo que me debe- y comenzó a tocar repetidas veces el timbre sin considerar la hora que era. Ya sabÃa que el dueño de aquello estaba despierto.
Y no pasó mucho cuando la puerta se abrió dejando ver a un hombre completamente diferente al que ella recordaba, mucho más alto, desarrollado y atractivo de lo que tenÃa en su cabeza.
Es que desde la última vez que se habÃan visto habÃan pasado 20 años. Si 20 años.
-Tú- la expresión de asombro por parte de él, en su voz fue notable. La diferencia es que ella aparte de dejarse crecer un poco más el cabello y el maquillaje no habÃa cambiado mucho, seguÃa siendo delgada, su altura promedio de un metro sesenta y rasgos suaves, aunque sus orbes oscuros eran tenaces.
-Ha pasado mucho tiempo Vincet, pero por fin pude encontrarte- ella enderezó su espalda e hizo gala de sus dotes con las que habÃa conquistado a quien se le habÃa puesto delante, uno de ellos era el hombre que estaba allÃ- Necesito tu ayuda.
Al momento Vincet frunció la frente y su mirada pasó de la mujer a la más joven que estaba detrás de ella, aunque no lo tomo mucha atención. Era como si esta no destacara a diferencia de la que estaba más cercana a él. Como si fueran polos opuestos.
-No sé realmente que quieras decirme después de tantos años. No se vengas a pedir dinero, no lo regalo porque no me sobra- sus palabras fueron secas y directas. SabÃa muy bien que cuando ascendiera en ganancias las ratas comenzarÃan a rodearlo.
-Déjame pasar y lo hablaremos entre los dos, más bien, entre los tres- la mujer insistió sin intenciones de retirarse- Créeme que no es tu dinero lo que busco.
Vincet cruzó los brazos sobre su pecho obstaculizando la entrada a su apartamento.
No sabÃa que pretendÃa Liliana, aunque tenÃa claro que debÃa tener cuidado con ella. Era una mujer más inteligente de lo que aparentaba. Y ese rostro nunca lo olvidarÃa, solo la mujer a lo largo de la historia habÃa sido capaz de engañarle su propia cara y esa era Liliana. Eso sin contar que habÃa sido capaz de esconder un embarazo, y de que tenÃa una hija, incluso de él.
Cuando ellos habÃan conocido apenas él tenÃa 14 años, eran muy jóvenes y habÃa pecado de ingenuo ante las provocaciones de una chica dos años mayor que él que ya tenÃa descendencia y que además tenÃa mucho mundo recorrido. Ahora no era ese chiquillo estúpido y no tenÃa la menor intención de dejarse manipular por la mujer.
O eso era lo que él creÃa.
Y lo que más se preguntaba… qué papel jugaba la joven detrás de Liliana.