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Te quise abortar

Terminé siendo contratada temporalmente para cuidar a dos niñas y me esforcé al máximo, mi jefa estaba contenta con mi desempeño, pero como no todo dura para siempre, fui despedida porque el esposo de la señora perdió su trabajo.

—¿Te despidieron de nuevo? —preguntó Lina con desprecio—. Ya me tienes harta, ¿Acaso no puedes mantener un empleo por un año?

—Comprende que no fue culpa mía. Llamaré a los lugares donde dejé mi currículum para ver si aún necesitan personal.

—Por tu bien, espero que sí, porque yo ya no puedo seguir sosteniéndote.

—No te preocupes, no te daré más problemas —contesté molesta—. Se supone que eres mi mamá, pero pareces peor que una enemiga.

La relación entre nosotras empeoró. Lina se empeñaba en fastidiarme la vida y desde que empezó a usar las redes sociales, apenas estaba presente en casa, excepto cuando iba a su trabajo.

Llamé a todos los lugares donde apliqué, pero me dijeron que ya habían contratado a alguien. Para sumar a mi desgracia, la situación en casa era cada vez más insostenible. Carlos solo me veía como una chequera y creía que era mi responsabilidad mantener sus estudios.

—¡Basta! Es cierto que no he encontrado trabajo, pero no tengo la responsabilidad de mantener los vicios de Carlos. Él no es mi hijo, es tuyo, mamá.

—¡No me llames mamá! Sabes que detesto que me digas así. ¿Te cuesta mucho apoyar los estudios de tu hermano? No son vicios, son cosas necesarias para la universidad.

—Aunque fuera cierto y el dinero que me pide fuera para la universidad —dije mientras una lágrima recorría mi mejilla—, ¿qué responsabilidad tengo con Carlos? Él nunca me apoyó en mis estudios, tú sí, pero siempre con limitaciones. Lina, no me pidas algo que no sembraste.

—Si tú no le das ese dinero, tendrá que salir de mi bolsillo, y ahora mismo no puedo hacerlo.

—¿Acaso tu querido te dejó sin un peso? —sonreí burlonamente—. Por mucho que quisiera darle el dinero, no puedo hacerlo porque no tengo un centavo. Dile a tu amante que te devuelva el giro que le diste esta vez y asume tus responsabilidades de una vez por todas.

Lina intentó darme una bofetada, pero la detuve en el aire y después le lancé la mano de manera firme pero suave, mirándola sin miedo.

—Escucha bien lo que te digo. A pesar de todo lo que me haces, te sigo queriendo. Pero si continúas así, lo único que lograrás es que este amor que siento se vaya al demonio —sequé mi lágrima—. No trates de mantener cerca a los que están lejos y, por hacer eso, termines por perder a los que tienes cerca.

—No me vengas con estupideces, ve a buscar cómo conseguir el dinero que necesita tu hermano para la universidad, aunque sea prostituyéndote.

Fui sacada a empujones por Lina y me fui caminando sin un rumbo fijo. El dolor en mi pecho era insoportable y solo pudo aliviarse cuando empecé a llorar. Después de andar mucho por los alrededores e incluso más allá de donde vivía, terminé quedándome en el atrio de la iglesia, sentada y con la cabeza entre mis piernas, continuando llorando.

—Señorita, señorita —habló una voz ronca—. ¿Se encuentra bien?

Me asomé lentamente y vi a un hombre con una mascarilla. ¿Bien? Esa palabra simplemente no existía en mi vida desde hace mucho tiempo, o quizás nunca existió.

—Espere un momento —el hombre sacó un pañuelo—, permítame.

Él intentó secar mis lágrimas, pero me asusté y hui de su contacto. No podía verlo claramente debido a la escasa luz que había en el lugar y solo distinguía que llevaba una mascarilla blanca.

—No se asuste. Si no se siente cómoda, aquí tiene —él me extendió el pañuelo—. ¿Hay algo que pueda hacer por usted? ¿Quiere que la lleve a su casa? Cerca de aquí tengo mi coche.

—Se lo agradezco. De hecho, en estos momentos, podría ser de ayuda. Mire, necesito dinero y lo único que puedo darle a cambio es mi cuerpo. Sé que no es gran cosa, pero al menos puede tocar alguna zona íntima por un poco de plata.

—Señorita, no diga esas cosas. Es usted muy hermosa, al menos eso puedo ver —acarició mi mejilla—. Tome.

Él tomó mi mano y me dio dinero. No quería recibir caridad de nadie, pero no tenía más remedio.

—Vaya a la iglesia, el padre puede ayudarle con un poco más de dinero —me soltó la mano—. Me tengo que ir porque ya es tarde. Le aconsejo que no se exponga de esa forma.

Se fue. Cuando revisé mi mano, me sorprendí por la cantidad de dinero que me había dado. Fui hacia mi casa y, en el camino, me encontré con mi nani y la chaparrita. Estaban sumamente preocupadas. Me di cuenta de que eran las diez de la noche.

—Lamento haberlas preocupado tanto. Necesitaba un poco de aire, pero ya estoy bien. Vamos a casa.

Nos fuimos a casa. Al llegar, decidí esconder el dinero que el desconocido me había dado, ya que no quería seguir patrocinando las salidas de Carlos. Lina tenía que asumir sus responsabilidades como la madre de ese sujeto y dejarme en paz.

Al día siguiente, fui a la iglesia para intentar encontrar al misterioso hombre. El sacerdote me atendió y le conté lo sucedido el día anterior.

—Nosotros tenemos un hombre que apareció como caído del cielo. Por lo que me dices, puede ser él.

—¿Me puede decir dónde puedo encontrarlo? Realmente quiero agradecerle por lo que hizo por mí —le pedí.

—Lo siento mucho, hija mía, pero ese hombre desea permanecer en el anonimato. Tengo que respetar su voluntad.

—Lo entiendo. Al menos dígale que le agradezco inmensamente por todo lo que hizo por mí —sonreí dulcemente—. Él me dio, en minutos, lo que me han negado por años.

—¿Qué sucede, hija mía? ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? Sabes que estamos aquí para ayudar a cada oveja del rebaño.

—No se preocupe, los problemas que tengo no se solucionarán con palabras ni con lágrimas. Tengo que buscar una solución más humana que divina.

Me fui de la iglesia. El padre me dijo que siempre estarían ahí si los necesitaba, a lo cual respondí con una sonrisa. Al llegar a casa, vi a Lina guardando una fuerte cantidad de dinero en su cartera. Hice como si no la hubiera visto y fui a mi cuarto a buscar el dinero que el hombre me había dado, pero no encontré nada.

—¡Dame ese dinero ahora mismo! —salí furiosa del cuarto—. Eres una vil ladrona. Eso no es tuyo.

Paf, una bofetada dejó mi mejilla roja. Mis ojos se inundaron de lágrimas por el golpe y la rabia que sentía. La miré con rabia y aparté mi cabello.

—¿Por qué me tratas así? ¿Qué te hice? Es cierto que de pequeña no fui el ejemplo de hija, pero no merezco esto.

—¿Quieres saber por qué soy así contigo? Cuando quedé embarazada de ti y se lo dije a tu papá, no le gustó. Terminó por abandonarme. Quise abortarte, pero no pude. Llevé el embarazo hasta el final.

—Ya veo. Bien —tragué saliva de un golpe—. En este momento has matado el amor que tenía hacia ti. Tú escogiste a mi supuesto padre, no yo. Es tu culpa, no la mía.

—Me da igual lo que pienses. Tomaré este dinero porque mi novio lo necesita y no pienso perder a otro hombre solo porque tú no puedes conseguir trabajo. Ya es suficiente con los otros dos para que también se me vaya este…

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