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Coqueteos descarados

Yo sonreí y el señor Lund me miró, era un hombre sumamente agradable y en especial un caballero.

— Tiene el cabello blanco— le dije — así que eso es un punto para su vejez.

— Buen punto — me dijo el señor Lund — se lo haré saber — me guiño el ojo.

Se puso a escribir y luego se levantó de su luga...