Read with BonusRead with Bonus

Capítulo 2. CHANTAJE EMOCIONAL

Narra Charlotte

Hoy, mirando cómo mi nueva o tal vez vieja, pero desconocida familia que me trata pésimo, me siento fuera de sitio, puesto que lo hacen como si recibieran a un gran enemigo. Casi todos me hacen sentir diferente, haciéndome saber con sus miradas de apatía que no pertenezco a esta familia. Unas de las que menos me hacen sentir esa fea sensación son quienes me están vistiendo, aunque no sé por qué se esmeran tanto si apenas lo único que este vestuario deja ver son mis ojos descubiertos.

«Al menos sé que no voy a tropezar», pensé sarcástica cuando vi mi vestuario. Si no hubiese aceptado esto, habría peleado por no llevar eso sobre mi cuerpo. Odio sentirme privada de libertad, y esto es lo que me hace sentir este vestuario tan incómodo.

—Vamos, Charlotte, no es momento de quejarse —murmuré dándome ánimos, o tal vez me recriminé.

"Flashback"

Aún recuerdo cómo, hace un mes, él volvió a casa. «¿Planes o casualidad?», eso pensaba cuando volví a ver a mi padre después de un largo tiempo.

Ese mismo día me dio la noticia de que estaba comprometida. Para mí fue como recibir el trineo de Santa, pero sin regalo. Puesto que añoraba cada visita de mi padre, era el momento más esperado para mí desde que tengo uso de razón.

Se preguntarán por qué sentí esa rara sensación. Bien, les diré: siempre soñé con vivir a su lado, siempre lo consideré un hombre maravilloso del cual mi madre me hablaba. Lo amé a través de sus palabras. Cuando era pequeña, muy pocas veces lo vi, en distintas ocasiones, y cuando al fin pude conocerlo bien, compartir con él mis alegrías ciertamente fue el mayor de los regalos. Pero es como si vieras una caja enorme forrada con una moña gigante, y luego, cuando la abres, no hay nada. Eso me pasó cuando supe que estaba decidiendo por mí, eligiendo mi futuro, cuando es mi derecho hacerlo.

Es algo loco que yo tenga que seguir una tradición cuando no creo en nada de eso. Incluso me he criado como una norteamericana. Yo ya sabía que soy árabe; sin embargo, nunca creí que mi padre me pediría hacer algo por él o por la familia que no me trata como tal.

—Ven a mi lado, conoce a tus hermanos y nuestra gran familia. Incluso quiero que tu madre venga con nosotros, y prometo, hija mía, que si no te gusta, romperé todo acuerdo de matrimonio. Pero quiero que me entiendas que no solo lo hago por la estabilidad económica, sino por lo mucho que sufrirá tu hermano pequeño si no recibe sus cuidados médicos y tratamiento especial —esas fueron sus palabras.

Otra, en mi lugar, hubiera dicho que le den a ese hermano que no conozco más que en fotos o a través de las palabras de papá, pero no puedo. Aunque soy de alma rebelde, no me siento capaz de pensar así. Sin embargo, cabe destacar que lo que más me convenció fue ver el brillo en la mirada de mi madre cuando lo admiraba. Todavía se le notaba enamorada, y recordé que, mientras me hablaba de él, sus ojos brillaban igual. Entonces no me pude negar a viajar junto a mi padre.

«Un chantaje emocional».

—Si te casas con mi madre, aceptaré casarme con ese hombre que has buscado para mí, pero quiero que ella sea tu primera esposa y que la traten con respeto —era un intercambio. Sé que era muy atrevido de mi parte pedir tal cosa; sin embargo, sentía que se lo debía a mi madre por ser la mejor del mundo. Ella sí merecía cualquier sacrificio de mi parte. Todo lo que deba hacer con tal de verla feliz, lo haré sin pensarlo dos veces.

«Miedo», eso vi en los ojos de mi madre cuando le conté que nos íbamos junto a mi padre y que acepté casarme con un hombre que mi padre había buscado para mí. No me asusta nada de lo que tenga que hacer por ella.

—No, mi Charlotte, no aceptes esa propuesta sin conocer las costumbres, por favor —me rogó ella, notándose preocupada. Supe que no era para nada bueno lo que me esperaba, pero tras recordar sus palabras, sé que hago lo correcto.

Ahora que ya tengo un mes en este lugar, veo por qué ella me advirtió de no aceptar venir o casarme con alguien. Me han hecho seguir más reglas que las que he cumplido durante todos mis años de vida. Se siente sofocante, pero sé que valdrá la pena. El positivismo en mí es fuerte y creo en mis premoniciones.

«Si ella es feliz, yo también lo seré», pensé, volviendo a recordar algo de hace varios años:

—¿Amas a mi padre? —le pregunté cuando tenía diez años.

—Mucho… Pensé que dejaría de hacerlo con el tiempo, pero no pude —me respondió, y yo no comprendía nada.

Muchos dirán: ¿Qué sabe un niño de amor? Sí, sabía, pero no comprendía de esos tipos de amores.

—¿Y si él volviera del desierto mágico, te gustaría estar con él? —. Ella me dijo que él no había encontrado el camino a casa y que las pocas veces que lo encontraba debía volver porque estaba en el desierto mágico buscando mi corona de princesa. Pero para cada día festivo recibía regalos de su parte y cartas, las cuales esperaba con ansias. Incluso contaba los días para que llegara Navidad, mi cumpleaños o algún evento importante que fuera motivo de festejo, porque en esos días también me permitía escuchar su voz a través de una llamada.

—Sí, me quedaría a su lado para siempre, porque de nada me sirve la libertad si no puedo vivir este amor —. En ese tiempo comprendí el "sí".

"Fin de mi recuerdo"

Previous ChapterNext Chapter