




Capítulo 1. HASTIADO
Narra Karim
No solo soy el lobo solitario, sino que soy ese lobo alfa que, a pesar de su dolor, lleva como carga en sus hombros la muy pesada responsabilidad de mantener el orden entre los lobos. (Esa es mi labor en este mundo.)
Por momentos quisiera huir, alejarme de todo y ser libre, pero, ¿cómo podría huir de mí? Ya que nací preso de mi propia existencia.
Mirando el horizonte desde la cima de la montaña, un pensamiento entristece más mi abatido corazón. Tras recordar a mi hermano, ese que arrancó toda felicidad de mí y, a pesar de todo el mal que me hizo vivir, no puedo odiarlo. Quisiera saber: ¿qué lo conllevó a sentir tanto desprecio hacia mí? Esa duda no abandona mi mente desde incontables lunas, y no he podido verle para preguntarle directamente. Quiero que me dé una razón lógica o un porqué, ya que, si su respuesta es por añorar lo que soy o lo que amargamente poseo, le diría que es un tonto al creer que disfruto de esto.
Alcé la cabeza para contemplar el cielo disperso, y un fuerte suspiro de cansancio emocional salió de mí.
Aunque han pasado miles de años para mí, el tiempo no avanza; sigue detenido mientras el mundo a mi alrededor pasa y todo cambia. No obstante, se siente como si viviera en un bucle infinito, en el tiempo, cada día lo mismo, sin emociones o algo que me haga ver la vida de manera distinta. Mi existencia es una rutina: trabajar para aumentar mi vasta riqueza, cumplir con las exigencias y proteger a mi pueblo.
«No debería, pero estoy cansado», pensé en medio de un suspiro.
Entre esa protección entra el deber de hacer que mis súbditos sean seres más fuertes y, como no tengo a mi amada Luna, no me queda de otra que buscar la manera de tener un descendiente. Pero mi dilema es que, desde que perdí a Mirza, ninguna mujer, ya sea sobrenatural o humana, ha despertado interés carnal en mí (no me atraen en lo absoluto).
Hace tiempo mi beta y delta han descubierto la manera de hacerme tener a ese descendiente tan aclamado por mi especie.
Según sus investigaciones, afirman que una humana podría llevar a mi cachorro en su vientre. «Aborrezco relativamente a los humanos», pero para cumplir con mi deber de rey debo hacerlo.
Lo único malo de sus planes es que debo desposar a esas humanas que prácticamente sus familias venden como mercancía de intercambio, puesto que eso crea una alianza entre sus familias y mi supuesta familia. Digo supuesta porque no tengo más familia que Kasul, y él no está conmigo.
Hoy, Mohamed Mursi, mi beta, traerá a otra esposa más para turbar mi vida, y es que tal parece que a mi compañero no le basta con saber que, por más que hemos buscado, a mí no me ha interesado ninguna mujer.
«¿Qué puede tener esta humana que sea de mi interés?», pensé. La única que amé de verdad, y aún lo sigo haciendo, ya no está, y no quiero a nadie más. Sé que esa mujer no podrá ocupar su lugar ni en mi cama, pero mucho menos en mi corazón.
Ya ellos han buscado tres esposas para mí, y lo único que causan esas mujeres en mí es irritación, ya que son muy ruidosas y discuten todo el tiempo. Eso, sin contar que no respetan mi privacidad. Por ese hecho vivo fuera de mi manada, a una distancia prudente en la que puedo venir siempre que quiero.
Soy un hombre austero al que le gusta que todo tenga reglas. Mis esposas son insulsas, como animales adiestrados que parecen ser creados simplemente para cumplir con obligaciones maritales. Sin embargo, no entienden que no soy su trofeo o que deben pelear para ganarse mi favor. No muestran ni un ápice de educación.
Con los años me he destacado mucho entre los humanos, por mi poder económico, y me adulan como al más grande empresario de la zona. Razón por la que debemos mantener un papel de personas obedientes, puesto que lo que menos queremos es atraer la atención de los demás hacia nosotros. Así que tratamos de no hacer cosas fuera de lugar, solo nos enfocamos en cumplir con las características y normas que demanda vivir en este territorio.
Regresé a casa después de despejar un poco mi mente.
—Eh, Karim Rashid, tal parece que andas corriendo. ¿Es que acaso buscas la manera de no ir a conocer a tu nueva esposa? —Tras entrar a mi inmensa casa, oigo que este es el recibimiento que me da mi beta y mi delta.
—Saben que no corro de nada. Solo pensé que la irías a buscar; no necesitas de mí para traerla, ¿cierto?, o ¿es muy pesada? —inquirí de manera burlona por la nueva humana que han buscado para mí.
—Vamos, hombre, has tenido tres ceremonias; ya sabes cómo son. Debes ir a conocerla para llenar requisitos y, de paso, ve si te causa algo de interés —me explica haciendo un tipo de mueca digna de él, juntando las puntas de sus dedos índices. Cuando hace esos tipos de gestos, que él cree graciosos, yo quisiera arrancarle la cabeza por tonto.
Claro está que es un procedimiento que ya sé de memoria, pero siento que ir es una pérdida de tiempo, porque estoy muy seguro de que no lograré sentir nada por esa humana. De modo que respiro cansado.
—¿Cuándo se llevará a cabo la ceremonia? —pregunté, porque es a lo único que pienso asistir, puesto que es obligatorio.
—Dentro de una semana —respondió mi delta.
Escuché el suspiro molesto de una de mis tres esposas. Miré hacia donde las tres estaban sentadas, curiosamente calladas y con caras de funeral. Esas reacciones me causaron gracia.
—Si esa es la razón para que esas tres estén así de silenciosas, debo casarme una vez más. Pues traigan diez esposas más; sin embargo, les dejo claro que no pienso ir a conocer a esa mujer. Ustedes tienen muy buenos ojos, ¿o no lo notan? —dije sarcástico, extendiendo una mano para que miraran hacia el salón, mostrándoles a las esposas que me han buscado. Mi beta negó con la cabeza.
—Ya no puedes casarte otra vez, a menos que te divorcies de una. Razón por la que considero que debes conocerla antes —señaló a las mujeres—, para que no suceda lo mismo. —Alzó las cejas, como quien deja claro que tiene razón, y yo volví a negar.
—Fácil. ¿Dónde puedo firmar el acuerdo de divorcio? —expuse, simplificando todo.
—Vamos, que no. Sabes que esas pobres chicas vivirán un infierno si te divorcias de ellas, así que eso ni pensarlo. Ya le encontraremos una solución distinta —alegó mi delta, quien es el más benévolo de los tres.
—Pues hay que encontrar esa solución rápido. Tienen claro que debe ser en unos años no muy lejanos, porque no pueden olvidar que ellas empezarán a envejecer y yo seguiré joven —les aclaré, puesto que han elaborado su maravilloso plan sin pensar en las consecuencias.
—Cuando llegue el momento, te pones canas como las mías —me señaló mi beta, con su cabello tintado con algunas hebras blancas.
—¡Bravo, qué inteligente! No lo había pensado —volví a utilizar un tono sarcástico, pero el muy ladino se reverenció, tomándolo como un cumplido. Así que le volví a decir—: Entonces, tonto, no te verás como mi padre, sino como mi hermano. —Los dejé a ellos pensando en cómo resolver sus propios problemas, porque ellos fueron los de las maravillosas ideas de casarme, así que ellos son los responsables de buscarles a esas mujeres unos hogares estables. Adub no quiere resolverlo de la manera más fácil.
—Karim, es necesaria tu presencia. Vamos, hombre —lo escuché decir, pero tendrán que apañarse en esa reunión sin mí.