




5
José Luis salió de la casa y regresó a la ciudad, le dijo a su novia que la verá en unas horas y que la llevará a un lugar para presentarle a alguien.
Cuando salió de trabajar, se fue a su casa y sacó varios trajes de ropa, los cuales necesitará durante el tiempo que se quede con su esposa, y este dependerá de cuanto se esté de vacaciones en el extranjero, su abogado, pues quiere que él mismo arregle el bendito cagadal que formó.
Luego pasó por su novia y la llevó a cenar como han quedado para luego trasladarse al lugar que le prometió. La chica está feliz porque, a pesar de que ha ocurrido el incidente, ella confía en su novio y le cree que él no se ha casado por voluntad propia y que ni recuerda nada de ese momento.
Mientras tanto, en el apartamento, Clara Isabel, se siente un poco contenta porque se imagina que si ese hombre decidió recogerla, es porque piensa formalizar su matrimonio y eso es una ventaja para ella porque su bebé nacerá dentro del seno familiar conformado por ambos padres.
Cuando ya iban a ser las seis de la tarde, ella se puso a preparar la cena, y aunque se siente bastante agotada porque tuvo que ir al supermercado a pie, y quedaba bastante lejos, pero eso no le importa. Ella cocinará para ella y para su esposo.
José Luis le dijo a su novia que ya es hora de marcharse. Salieron del restaurante y subieron a su lujoso auto. Ella va muy feliz porque, aunque no es la primera vez que tienen relaciones sexuales y pasan tiempo a solas, pero sí es la primera vez que la lleva de paseo como su pareja.
Ella se siente como en las nubes porque en realidad ella sí está enamorada de él, aunque desde el principio él se lo advirtió que solo se casará con ella por compromiso y beneficio para las empresas, pero que siempre tendrán sexo las veces que lo deseen.
— ¿Qué hay aquí, José Luis?
—¿Cómo así? —preguntó él, muy confundido.
— ¿Y por qué me traes a este lugar tan horrible? —preguntó su novia, con tono de asco.
— Es una sorpresa.
— ¡Ah, bueno! Espero que sea agradable para que valga la pena estar en este lugar apestoso. —Exclamó la mujer, creyéndose inalcanzable.
— Ja, ja, ja, creo que te gustará la sorpresa. Y si no te gusta, por favor colabora para que se haga entender que estás a gusto en ese lugar.
— ¡Está bien!
José Luis aparcó su auto en la entrada de su nuevo apartamento e hizo pasar al interior a su novia, la tomó de la mano y se dispuso a abrir la puerta con la llave, pero esta se abrió sola.
— ¡Hola, ya llegaste! He preparado la cena para los dos. —Habló de corrido Clara Isabel sin percatarse de la presencia de la otra persona que la observa con desprecio.
— ¿Y esta quién es? —preguntó la mujer que él tiene tomada de la mano.
— Esta mujer que ves aquí frente a nosotros, es la mujer con la que supuestamente me he casado.
— ¿Supuestamente? — preguntó Clara Isabel, creyendo que se trata de una broma por parte de estos dos, pues, según ella, su esposo le mintió aquella noche al decirle que lo de ellos es falso.
—¿Con esta te has casado? —Ja, ja, ja, gracias a Dios, se nota que fue sin tu consentimiento, mi amor, ¡esta mujer es horrible! —exclamó la chica que aún se mantiene con su mano unida a la de su “novio”.
— Sería absurdo que, estando en mis cinco sentidos, yo me case con alguien como ella, no sé qué pudo haber pasado. ¡Tal vez ella me drogó y me obligó a firmar un papel!
— Tú me pediste matrimonio y me pediste que nos casáramos de inmediato. —Gritó Clara Isabel tratando de defenderse y desenmascarar al sinvergüenza.
— ¿Cómo crees eso, mujer? —Cuando me dijeron que tú eras la misteriosa mujer que aparecía en los papeles de matrimonio, sentí hasta asco de ti, ojalá no me hayas dado ni un beso porque me pudiste haber contagiado de cualquier enfermedad.
— Asco, me das tú a mí, poco hombre. ¿Me trajiste aquí solo para humillarme, verdad?
— No, pendeja, ni siquiera sé quién eres, mucho menos voy a tratar de humillarte. —Te he traído aquí para que no te me escondas. Cuando mi abogado regrese, nos vamos a divorciar y entonces te largarás de este lugar y yo me podré casar con mi novia. —En ese momento, él aceptó que están legalmente casados.
— ¿Novia? ¿Eee…? ¿Ella es tu novia? —preguntó la joven Clara Isabel. Mientras siente cómo su rostro se baña de lágrimas, le duele que, por segunda vez, un hombre que juró amarla, la haya engañado.
— Sí, ella es mi novia, bueno, es mi prometida porque al salir el divorcio nos vamos a casar. — ¿No es así mi princesa?
— Claro que sí, él y yo nos amamos y muy pronto seremos esposos.
— ¡Malditos hombres, todos son iguales! —exclamó la chica.
— Ve buscando el rincón donde vas a dormir, muchacha. Porque mi novia y yo nos quedaremos a dormir en la única cama que hay. —Dijo el joven José Luis, y se dio la vuelta para ir a la habitación junto a su novia.
— ¡Pero qué apartamento tan más asqueroso en el que vive esta mujer! —Ni pienses que yo me voy a quedar en esa cama, prefiero dormir de pie. —gruñó la chica refinada.
— Esta cama está limpia, no ha dormido nadie aquí porque este apartamento hoy mismo me hizo dueño de él.
— Más te vale, mi querido Josecito, ya sabes que una mujer tan fina como yo, no es en cualquier cama que duerme y mucho menos en una que es solo para pobretones.
Clara Isabel se quedó en la sala, se siente triste, desconsolada, extraña a su amiga para que la consuele, pero no la quiere meter en problemas. Ella llora mientras se acaricia su vientre y le promete cosas a su hijo que tal vez no le cumplirá.
— Perdóname por haberte elegido un padre tan idiota, mi bebé. —Soy una mujer estúpida que se dejó convencer por un canalla, un hombre basura. Pero te prometo que como madre seré la mejor, juro que yo te sacaré adelante con o sin la ayuda de ese animal sin corazón.