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Conexión especial

El señor Hernández abre sus ojos bien grandes como si le fueran a salir de las cuencas.

—¡Estás tomando venganza con tus propias manos!— la señala, está muy disgustado

—¡Si! Que lo disfrutes— sonríe Ana, aquella dulce sonrisa de la venganza

—¡Maldita mujer — gruñó Hernández y luego retrocedió, cuand...