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Engaño

Cuando Aida recobró el conocimiento estaba más aturdido que despierto. Sentía su cuerpo como si estuviera en una enorme bola de algodón que se movía de un lado a otro débilmente acunándolo. Muy cómodo y acogedor. Podría quedarse así por siempre.

Y aquel olor. Delicioso y atrayente que inundaba todo ...