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Capítulo 5

—Eso espero—le advierte la señorita Anne mientras extiende la mano por encima de su escritorio para tomar su mano y ver esa muestra de afecto, de nuevo, confirma mi teoría y la verdad ambos hacen una buena pareja, es decir, a ella no parece importarle el hecho de que no pueda ver y él se vuelve demasiado manso cuando ella esta presente—ahora díganme. ¿Ya desayunaron?

Como si mi propio estomago tuviera voluntad propia, este hace un ligero gruñido al escucharla hablar, pero por suerte, nadie lo escuchar quejarse.

—No tengo tiempo para eso—se justifica mi jefe y entonces él retira su mano de la de ella.

—No se puede contigo—se queja la señorita Anne y entonces dirige su mirada hacia mi—la verdad es que estoy dudando en si dejarte sola con este hombre será una buena idea, no solo explota a sus empleados, sino que también los matas de hambre.

La señorita Anne se levanta de su asiento mientras suelta una pequeña carcajada y el rostro de mi jefe sigue el sonido de su voz hasta encontrarse conmigo. Ella entrelaza su brazo al mío para invitarme a caminar junto a ella.

—¿A dónde creen que van?—le reclama mientras se levanta, pero nosotras ya estamos justo en el marco de la puerta.

—Voy a alimentar a tu asistente antes de que se desmaye—se justifica la señorita Anne mientras me lleva consigo, ya sin importarle las quejas de mi jefe.

—¿No se enfadara por irme asi?—cuestiono temiendo que aunque la señorita Anne estuvo implicada en mi contratación y aun me defiende de mi jefe, pueda costarme sus bromas hacia mi jefe.

—No te preocupes, tu no te fuiste por voluntad, sino que yo te traje conmigo, así que no tiene porque decirte nada, pero por estas razones es que le pedí a mi hermano contratar a alguien para que vigile a Nolens, con todo lo que paso, no tiene cabeza para nada mas que no sea el trabajo—explica con cierto aire de tristeza, por lo que es evidente que ella, mas que nadie se preocupa por mi jefe quien tal vez no merece esa genuina preocupación; sin embargo, yo no soy nadie para juzgar a ese hombre y aunque sea un arrogante de lo peor, supongo que ella habrá visto algo que valga la pena por la cual preocuparse.

—En ese caso. ¿No debimos traerlo con nosotras?—cuestiono mientras trato de mirar hacia atrás y es por el rabillo del ojo que veo una sombra lejana que nos sigue.

—No te preocupes por eso, hay métodos para convencer a Nolens—explica, supongo que suponiendo que mi jefe ira detrás de nosotras porque en este momento no puede continuar trabajando, al menos no con los documentos que debo leer para él.

Sigo a la señorita Anne, quien me muestra el camino hacia un amplio comedor para unas diez personas en total, el espacio es grande, pero como siempre, este lugar esta vacío y el sonido de nuestros pasos hace eco.

—Espera aquí, le ayudare a la señora Fitzroy a traer el desayuno—sugiere, pero despues del desastre de anoche preferiría no quedarme sin hacer nada.

—Por favor déjeme ayudarle—digo casi suplicando cuando veo a mi jefe entrar llevando consigo su bastón para hacerse paso.

—No, siéntete como en tu casa, ya trabajaste bastante sabiendo como es Nolens, asi que déjenme servirles el desayuno—insiste—no es nada del otro mundo.

La señorita Anne termina de convencerme al esbozar una sonrisa alegre, así que ya no insisto mas, después de todo mi jefe la escucho y supongo que eso es suficiente para evitar que se enfade conmigo por no ser mas servicial cuando yo aquí soy una empleada, además de la señora Fitzroy, aunque ahora que lo pienso, después de leer todas esas demandas injustificadas, me parece que el señor Edgerton despidió a todo su personal, aunque aquí el misterio radica en el porqué. ¿Por qué los despidió a todos sabiendo lo inmenso que es este sitio?

Salgo de mis pensamientos autoinfligidos al escuchar el sonido de una silla siendo arrastrada por el suelo, al levantar la mirada veo como mi jefe toma asiento y gira la cabeza hacia la puerta que conduce a la cocina como si supiera en donde se encuentra. Me tomo la libertad de elegir un asiento del otro lado de la mesa, donde pueda evitar ser victima de su mal humor.

Me incomoda el silencio y el eco del tic tic del reloj, así que saco mi teléfono para intentar distraerme, pero enseguida una notificación de mi batería al 10% suena irrumpiendo el silencio. Levanto la mirada esperando no obtener otro sermón, pero el silencio, continua, aunque me parece que el rostro del señor Edgerton se dirige en mi dirección, aunque no dice ninguna palabra.

No me gusta estar así, es decir, en mis anteriores trabajos, el silencio era algo que ocurría pocas veces, siempre habia algo que comentar, incluso ahora, podría preguntar sobre la historia de esta casa, pero algo me dice que no debería.

—N-no se si ya se lo han dicho señor Edgerton, pero su casa es preciosa, a su manera, claro...—me atrevo a mencionar, pero él frunce el ceño.

—¿Preciosa?—cuestiona mientras suelta una pequeña risa burlona— ¿Esta tratando de hacerme un cumplido o de burlarte de mí?

—N-no...no lo dije para ofenderlo, es realmente lo que pienso—trato de rectificar mis palabras.

—¿Entonces es una lamebotas que pretende agradarme con cumplidos innecesarios?—expresa entre reclamo y burla. Sus palabras hacen que se me suba el rubor a las mejillas, pero el calor que siento es de impotencia y coraje. ¿Quién diablos pretende que soy?

—Solo intentaba romper el hielo, no me gusta el silencio, sobre todo en esta casa tan lúgubre—expreso y enseguida me arrepiento al darme cuenta de que ese hombre sigue siendo mi jefe y que dije algo que no debí haber dicho.

Enseguida veo que sus labios se abren, tal vez para lanzarme la ponzoña qué merezco, según su criterio, pero al final un rechinar de puerta lo interrumpe y al volver la vista, observé a la señorita Anne entrar con bandejas de comida junto a la señora Fitzroy.

—Disculpen la demora, pero la comida ya esta aquí—declara con una fresca y agradable sonrisa ignorando qué tal vez he ofendido a su amigo sin querer—por favor coman.

Cuando el plato de comida es colorado frente a mi, lo miró esperando sentir hambre o mínimo el gruñir de mi estómago, pero simplemente no siento absolutamente nada a excepción de angustia y preocupación. ¿Qué diablos hice?

Desde pequeña siempre fui necia y que tenía un mal genio, mamá me lo dijo muchas veces y si es verdad que mientras crecía enfrentarme a la frustración fue un martirio para mi más que para cualquiera que yo conociera, un defecto mio con el que tuve que aprender a convivir y también a controlar por mi propio bien, pero el hombre frente a mi era tan bueno siendo odioso qué simplemente esas palabras que emergieron de mi boca de forma tan natural, no la pude evitar.

Percibo un ambiente tenso entre los dos o al menos eso me parece porque mientras la señorita Anne termina de servir, él ni siquiera se limita a decir gracias, sino que me parece que sus oidos están atentos a cualquier sonido qué yo emita.

—Adeline—pronuncia la señorita Anne para atraer mi atención.

—¿S-si?—mi voz se escucha nerviosa, así que aprovecho para aclararla.

—Te pregunte como había sido tu primera noche aquí—repite mientras yo trato de recordar cuando hizo esa pregunta, aunque estando tan angustiada como lo estoy seguramente mi cerebro hizo caso omiso de su voz.

—Excelente—admito algo apenada por no haberla escuchado antes—aunque puede que influyera lo cansado qué estuvo el viaje, pero no estuvo mal.

La señorita Anne suelta una pequeña risita comprendiendome casi a la perfección, estoy segura de que, de habernos conocido en otra circunstancia, ella sería mi amiga.

—Dormir en el campo es muy diferente de la ciudad ¿No es así Nolens?—le pregunta a mi jefe para integrarlo a nuestra pequeña conversación.

—Supongo—responde tensado la mandíbula—aunque no se puede esperar mucho de una casa tan lúgubre.

Siento que sudo en seco luego de escucharlo y que sus palabras son pequeñas dagas qué me atreví esa todas al mismo tiempo, aunque supongo que en esta ocasión me lo merezco.

—Si fueras a quedarte con la casa, un buen decorador te ayudaría a solucionar ese problema—menciona la señorita Anne revelando, tal vez, la razón del porqué no hay empleados aquí y del por que nadie se ha molestado en hacer algo con el cortinaje tan grueso de los ventanales.

—No sé cuantas veces tendré que decirlo, Anne. No soporto estar aquí—revela y yo trago saliva al ver que aquella cortesía con la que suele dirigirse a ella simplemente ha desaparecido al hablar en esta ocasión.

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