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Capítulo 4

Con la dignidad y el orgullo por el suelo, llevo la ropa de la lavandería hacia el vestíbulo, tal y como ese engreído me lo ordeno, pero al llegar justo a la puerta principal, noto un silencio sepulcral que me pone un tanto incómoda porque este lugar es enorme, pero no he visto otra alma rondar por esta mansión.

Dejo la ropa sobre una silla de terciopelo verde que está muy cerca de la puerta principal y una vez ahí, me doy cuenta de que no sé donde diablos está la oficina de es tipo, así que tendré que buscarla.

Camino hacia la primera estancia, es una sala donde aparentemente hay varios sofás que están alrededor de una gran chimenea, pero hay algo que me llama la atención y eso es un retrato familiar enorme que llama la atención de cualquiera que entre en esta habitación. El retrato muestra a un hombre que se parece mucho al señor Nolens Edgerton, solo con algunas diferencias en su apariencia, como su edad y su mirada, mi jefe tiene una mirada inexpresiva gracias a su discapacidad, pero el hombre del retrato se nota desafiante, además de arrogante, sin duda alguna ese hombre es el padre del señor Edgerton.

A su lado, se encuentra una mujer de mirada imponente, esbelta y atractiva, aunque mi jefe no se parece en nada a ella, ni tampoco al joven que está a su lado y parece ser el hijo de la pareja, aunque ese joven no es mi jefe, de hecho, tiene el cabello marrón y ojos verdes como los de la mujer. También otros dos pequeños, un niño y una niña que tienen rasgos muy similares, por lo que enseguida deduzco que son gemelos, pero nada más, en aquel retrato no se encuentra mi jefe, me pregunto por qué.

De pronto, recuerdo que no tengo tiempo para admirar el sitio como si se tratara de un museo, así que comienzo a caminar, esperando no perderme en el lugar. Continuo por un pasillo lúgubre, aunque en realidad toda la casa se nota de esa forma debido a la decoración gótica y también al cortinaje. A mi parecer la mansión es vieja, aunque bien conservada.

Continúo creyendo que tal vez me he perdido, hay varias habitaciones en mi camino, pero en ninguna me responden y al asomarme, descubro sitios llenos de sábanas blancas que cubren los muebles para evitar el polvo. En cierto momento, escucho la voz de mi jefe, en un tono bastante calmado y por supuesto, algo extraño en él, luego de recordar cómo se ha dirigido hacia mí a pesar de ni siquiera conocerme. Al seguir el sonido de su voz, llego finalmente a un par de puertas, por lo que me animo a llamar.

—Adelante—expresa y al adentrarme, observo que mi jefe tiene un teléfono móvil sobre su oído y que está en una llamada en la que la mayor parte del tiempo permanece en silencio mientras escucha.

Aprovecho que este distraído para observar mi entorno, después de todo supongo que pasare la mayor parte de mi tiempo aquí, si es que en verdad su amenaza de alimentar animales de alguna granja no es real. La sala es grande, por lo que hay diferentes tipos de muebles aquí, como un par de sofás, además de un pequeño espacio para guardar bebidas y copas aquí, hay estantes por todos lados, con diferentes tipos de libros, solo que estos parecen ser algo antiguos, eso supongo de evidencia que el lugar podría ser un museo.

—Lo dejo todo en tus manos—escucho la voz de mi jefe decir y entonces, al volver la mirada hacia él, veo que su llamada ha terminado y que, si pudiera verme, sus ojos seguramente estarían clavados en mí—¿Cómo dijo que se llamaba?

—Adeline—respondo luego de unos segundos, suponiendo que se refiere a mí—Adeline Leroy.

—Bien—expresa mientras suelta un suspiro y guarda su teléfono móvil en el bolsillo de su chaqueta, para acomodar su espalda contra—señorita Leroy. En la mesa que está cerca de la ventana, hay algunos documentos que necesito que lea en voz alta para mí.

Dirijo la mirada en busca de los documentos que menciona y en efecto, se encuentran ahí, pero lo que veo me impacta porque el trabajo que puedo ver parece ser el de un año entero, puesto que la pila de documentos por revisar rebasa el metro de altura.

—¿Quiere que lea todo eso en voz alta?—cuestiono solo para confirmar.

—Cada página—responde en un tono burlesco—aunque si no quiere hacerlo la comprendo perfecta...

—Lo haré—digo interrumpiéndolo, así que camino hasta la pila de documentos y tomo un primer paquete de hojas, las cuales están acomodadas en carpetas verdes.

Desde ese sitio, saco la primera página y comienzo a leer lo que tiene escrito.

—No, no, no, no—alza la voz, mi insufrible jefe—estás demasiado lejos, necesito que estés aquí.

Señala un punto a no más de un metro de él, a su lado, y eso me pone un poco tensa, porque si su presencia ya de por sí me hace sentirme incómoda, estar tan cerca de él es aún peor. Trago saliva y tomo mi carpeta al no ver otra alternativa más que seguir órdenes y me situó justo a su lado e incluso me tomo la libertad de dejar los papeles sobre su escritorio porque, de otro modo, debería tenerlos conmigo.

Una vez preparada, tomo una primera página y comienzo a leer lo que dice y por lo que entiendo, la primera página es una especie de demanda por despido injustificado en su contra y me sorprende darme cuenta de que la fecha es reciente, de dos semanas atrás. Mientras continuo con la siguiente página, observo que mi jefe busca algo en el interior de uno de sus cajones y de uno de ellos, veo como toma una grabadora vieja, de esas que utilizaban casete para reproducir y también grabar. Mi jefe no explica ni justifica el porqué necesita grabar mi voz, solo coloca la grabadora cerca de mí y luego vuelve a acomodarse en su sitio mientras vuelvo a leer la segunda página, la cual también es otra demanda con la misma excusa.

La siguiente hora de leer, tanto así que debo aclararme la garganta varias veces para poder proseguir porque no vine exactamente preparada para estar parada ni leer durante tanto tiempo, aunque lo que logro averiguar es que mi jefe despidió a todo el personal de su propiedad sin ningún motivo, en total más de cien empleados que no dudaron en demandarlo para sacar una buena suma de dinero o en todo caso recuperar su empleo con un bono adicional por daños y perjuicios sufridos durante el tiempo en que estuvieron desempleados, según logro entender, pero mi jefe no se inmuta mientras leo para él, lo que podría ser una perdida bastante grande de dinero.

De pronto, mientras continúo leyendo, llaman a la puerta y al levantar la mirada, veo como la puerta se abre y de ella emerge la señorita Anne y su sonrisa, al menos a mí me alegra el día.

—Espero no interrumpir—pronuncia mostrándose entre apenada y algo emocionada por lo que sus ojos ven, entonces mi jefe apaga la grabadora y yo veo la oportunidad para poder sentarme.

—En lo absoluto, Anne—le responde mi jefe—¿Necesitabas algo?

—En realidad solo quería saber cómo les está yendo en su primer día juntos—menciona la señorita Anne mientras toma asiento frente al escritorio de su amigo, el señor Edgerton—y si la asistente que buscamos especialmente para ti es lo que estabas esperando.

Mi jefe suelta una pequeña carcajada como si se estuviera burlando de mí o del trabajo que he realizado hasta este momento.

—Un asno se queja menos y trabaja más rápido—responde con ironía y cierta crueldad en su tono de voz—solo espero que pronto se adapte a mis necesidades.

—No sé cuántas veces tendré que repetirte, que no debes ser irrespetuoso con la gente, sobre todo la que no conoces—lo sermonea su amiga o mejor dicho su novia, porque de otro modo no sé si él permitiría que alguien le respondiera de esa forma sabiendo como es él.

—Nunca haría nada como eso, querida Anne. Solo soy honesto, más de lo que a la gente le gustaría, pero yo no soy un hipócrita como la mayoría. No tengo por qué ser cortes o amable, solo porque trabajan para mí—responde y me parece que sus palabras son como dagas que lanza en mi contra.

—En eso te equivocas mi querido Nolens, porque ella no trabaja para ti, sino para mí y mi hermano y a diferencia de ti, nosotros si vamos a ofrecerle nuestra cortesía y respeto simplemente porque es lo que una persona merece, así que te pido de la manera más atenta que no la trates como si fuera una mucama en esta casa porque no lo es. ¿De acuerdo?

Mi jefe tamborilea los dedos sobre su escritorio y al final suelta un suspiro desganado.

—En ese caso, tendré consideración de ella, pero solo porque tú me lo pides.

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