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Capítulo setenta y uno

El amanecer derramaba un ámbar lúcido sobre Eldridge, dorando los charcos dejados por la lluvia nocturna y reflejándose en las filas de faroles que aún humeaban a lo largo del Camino del Rey. Voluntarios, con los ojos vidriosos pero orgullosos, apagaban las mechas una por una, intercambiando sonrisa...