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Giovani Lexon, revisaba una y otra vez los documentos sobre su escritorio, en su inmensa con una mueca insatisfecha en su rostro. Las fotografÃas que mostraban los cuerpos de mujeres no eran precisamente de su gusto, pues siempre tenÃan un pero. No era un hombre extravagante y exquisito, pero podrÃa darse el gusto gracias a su estatus en la sociedad, era que al menos, si se iba a casar querÃa que la mujer que estuviera a su lado, aun si fuera por contrato, le agradara en todos los sentidos, iba a estar compartiendo con ella unos meses antes de volver a divorciarse, tenÃa que caerle bien para aguarla.
-No le agrada nadie- Kamil su guardaespaldas a su lado, parado con las manos detrás de su espalda alzó la mirada y soltó un suspiro.
Tiró las carpetas con desdén sobre la mesa y enfocó al hombre que se encargaba de mantener su seguridad. Kamil era su amigo desde que eran casi niños. Sus padres se lo habÃan traÃdo después de encontrarlo en uno de sus viajes, donde su madre habÃa muerto y él estaba solo. Aun recordaba a ese niño sucio y delgado que apenas si hablaba. Pero no era porque fueran personas de alma caritativa, bien los conocÃa bien él como para ser tan ingenuo. Solo habÃa sido un regalo para su hijo mayor por su cumpleaños, como si fuera una mascota. Solo que él no tenÃa intenciones de tratarlo igual. El resultado, ahora era su hombre de confianza. Y los años lo habÃan cambiado para bien. Era más joven que él por solo un año, igual de alto lo que con algunos kilos de masa muscular por encima, ambos entrenaban juntos. Y su piel tostada complementaban bien sus ojos y cabello oscuro que siempre llevaba peinado de lado.
En cambio, él que dirÃa. Él era nada más ni nada menos que Giovani Bayron Lexon Limuestus, un hombre de 29 años, hijo de una afamada y adinerada familia que, en algún momento, bien alejado habÃan tenido sangre noble por las venas. Por lo que tenÃa una fortuna deliciosa, la cual él habÃa tenido que sudar para usar una parte. Si, familia tacaña. Mas no le importaba, después de graduarse habÃa montado su propio negocio de inmobiliaria y habÃa añadido sustanciosos hoteles con el tiempo por lo que el dinero no era problema. Lo habÃa sudado, esa era la mejor parte.
Y a pesar de eso ahora mismo estaba enfrascado en un gran problema. Sus hermanos estaban luchando por la parte de su herencia después de morir su abuelo, que por casualidad de la vida habÃan aparecido en ella incluidas sus propiedades. HabÃa indagado hasta lo más profundo y pagado costosos abogados, pero alguien habÃa tenido que soltar buen dinero porque no fue posible encontrar algo. Asà que estaba seguro que estaban confabulando contra él.
Como resultado ahora estaba ahà intentando que nada de lo que habÃa ganado con su esfuerzo le fuera quitado, y eso era casarse lo más rápido posible pero la condición que les habÃan dado vaya que estaba dura. Como que su abuelo estaba en serio con ganas de fastidiar aun estando en el lecho de muerte.
Casarte con una mujer, de 24 a 25 años, eso no era tan complicado, incluso su novia actual tenÃa 25, estaba en el rango, pero cuál era el problema principal... que fuera virgen. Eso... podÃa ser un problema. No era como si el mundo se fuera a caer, habÃa muchas mujeres que cumplieran con esas expectativas, pero no era tan fácil dado quien era él.
Primero se relacionaba en un ambiente un poco de élite y donde las mujeres usaban más sus dotes que otra cosa, segundo, necesitaba alguien que fuera fuerte de carácter y capaz de soportar toda la ola que vendrÃa, su familia lucharÃa fuerte, y tercero, no deseaba a una mujer que se enamorara de él y después estuviera negada al divorcio. Le pagarÃa muy bien solo por hacer su papel, no para recibir su amor. Él no tenÃa intenciones, además que tenÃa novia.
Novia que entró en ese momento por la puerta como si fuera lo más natural del mundo.
-Gio, te traje trabajo- se detuvo delante de la mesa con una ceja alzada- Aunque veo que estás muy ocupado- la indirecta brilló en el aire.
El hombre solo mantuvo su rostro serio. Ella era su pareja, pero dentro de la empresa eran presidente y secretaria, aunque, al parecer, tenÃa que estárselo recordando con demasiada frecuencia.
-SÃ, estoy trabajando Samantha, algún problema con eso- su voz salió dura de sus labios y la mujer se tensó como siempre la hacÃa cuando la fulminaba con la mirada. Solo Kamil estaba presente, pero ella podÃa tomarse algunas atribuciones incluso con otras personas presentes y eso podÃa desprestigiarlo. Y habÃa trabajado demasiado como para que una mujer echara por la borda todo su esfuerza.
-Está bien- ella dijo con una gota de sudor en su sien- Solo te traje los documentos del plan económico de este mes- lo dejó sobre la mesa- Iré... a atender otras cosas.
Y rápidamente dio media vuelta y salió por la puerta dejando un silencio dentro de la oficina.
-¿Por qué me miras asÃ?- Giovani agarró la carpeta y comenzó a hojear las páginas. SentÃa el peso de la mirada oscura de Kamil. Siempre era tan potente que hasta dolÃa.
-¿Realmente estás enamorado de ella?- la pregunta salió del hombre serio, era el único capaz de hablarle asÃ.
-Samantha no tiene nada de malo. Tiene porte, es inteligente, nos conocemos de la universidad, funcionamos bien en la cama, no es tan exigente. Tiene defectos como todos.
-Sabes que no me refiero a es...-
-Kamil- el tono que usó Giovani fue el mismo que usó con la mujer antes. Ese que indicaba que no cruzara la lÃnea. Kamil lo entendió y cerró la boca.
Giovani no era alguien con un humor amargo, más bien era una persona tranquila y equilibrada siempre y cuando se respetara su espacio.
-Disculpe- dijo el guardaespaldas tensando la espalda.
Gyovani volvió al trabajo, pero la pregunta que le habÃan hecho aún resonaba en su mente. Samantha era una conocida de años y habÃan terminado como novios a mitad de la carrera, ella cursaba el primer año mientras él estaba casi terminando dado que él le llevaba cuatro años. Era una mujer que se podÃa llamar hermosa, con un cuerpo agradable y de las que siempre resultaban populares, lo que ella siempre tuvo ojos para él, y se lo hizo saber en todo momento. Con un cabello que abrazaba sus hombros de color avellana y de ojos color marrón, con un rostro en forma de corazón y labios carnosos, era alguien bastante bella. Y lo que más le gusta, era tranquila y trabajadora. No se quejaba de ella, al menos por el momento. No sabÃa cómo reaccionarÃa cuando le mencionara que tenÃa que casarse con alguien más. Porque después de años juntos ella era todo menos virgen.
Mas no era tiempo de pensar en ello. El trabajo llamaba por él y tenÃa mucho acumulado comenzando con los registros económicos de la empresa. Olvidando el tema inicial que le daba marcados dolores de cabeza simplemente se enfocó en revisar la carpeta llena de números. Tener el control de todos los activos era importante. Chequeó la mayorÃa en su computadora observando que estaban minuciosamente organizados.
-El jefe del área de economÃa está haciendo un muy buen trabajo- dijo él casi media hora después dejándose caer sobre su asiento- Creo que deberÃa darle un estÃmulo monetario. En las últimas semanas está muy detallado con el trabajo.
Kamil carraspeó la garganta.
-¿Qué?- Giovani conocÃa tan bien a su guardaespaldas como para saber que algo no estaba bien.
-Disculpe que me entrometa, pero serÃa mejor que investigara mejor sobre ese tema-
El Ceo alzó una ceja.
-Es extraño que te metas en asuntos que tienen que ver con la empresa. ¿Por qué me dices eso?
-Porque el director del área financiera sigue haciendo el mismo trabajo de siempre. No ha cambiado nada en estos meses.
Y eso extrañó realmente a Giovani. ¿Qué querÃa decir su amigo con aquello?
A pesar de que sabÃa que debÃa volver temprano a su mansión a descasar para su viaje de negocios, al otro dÃa, Giovani se dejó llevar por la sugerencia de Kamil y asintió a su propuesta después de que este insistiera de que necesitaba relajarse un poco. No era que pudiera hacerlo fácil con las fieras de su familia detrás de la herencia de su abuelo que aún estaba caliente en el ataúd, y la suya propia. Por lo que una buena copa de alcohol de vez en cuando era buena para el cuerpo y para la mente. Solo esperaba que Kamil lo llevara a un lugar medianamente bueno, era exigente con sus gustos.
El auto se detuvo delante de un bar del que Giovani nunca habÃa oÃdo, tampoco era que el fuera a ese tipo de lugares. Miró su reloj, ya estaba bastante animada la zona para solo ser las 8 de la noche.
-¿Es aquà a dónde me traes?- no lo dijo de forma despectiva, solo que tampoco se imaginó que Kamil también tuviera esos gusto. Se habÃa esforzado a enseñarle a tener gustos refinados.
-Aquà trabaja un amigo mÃo, y le puedo asegurar que no se arrepentirá. La bebida y comida es buena, asà como el ambiente.
Giovani asintió después de pensarlo. A pesar de la cantidad de personas que estaban en su interior, la música era agradable, por lo que algo nuevo de vez en cuando no le vendrÃa mal. Asà no tendrÃa que estar pensando en la mujer virgen que tenÃa que buscar.