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Capítulo 5: Cuando Evelyn conoce a Vykhor

Punto de vista de Vykhor

Vykhor se sienta inmóvil en la camilla de la sala médica. Las frías luces de neón acentúan el brillo metálico de su piel azul cobalto, mientras las líneas de energía que recorren su cuerpo emiten un resplandor suave pero constante. Sus penetrantes ojos amarillos escanean la habitación, capturando cada detalle, cada sonido. Sus pensamientos giran con especulación. ¿Qué están planeando estos humanos? ¿Cuál será su próximo movimiento? A pesar de su comportamiento tranquilo, Vykhor está en alerta máxima, listo para responder ante la más mínima amenaza.

El sonido de la puerta al abrirse llama su atención. Gira la cabeza justo a tiempo para ver entrar al Coronel Kane, seguido de cerca por una joven que no había visto antes. Instantáneamente, su mirada se detiene en ella, evaluándola en silencio. Es más joven de lo que esperaba, y aunque su paso es seguro, Vykhor detecta un atisbo de nerviosismo. Ella parece diferente a los otros humanos que ha encontrado hasta ahora. Algo en su postura, en la forma en que brillan sus ojos azules, le dice que no es solo otra subordinada.

Kane, con su habitual arrogancia, comienza a hablar, detallando las circunstancias de la captura de Vykhor, saboreando cada palabra. El Kael'Tarien escucha a medias, su atención dividida entre el discurso de Kane y su cuidadosa observación de la mujer a su lado. Ella ya lo está estudiando, sus ojos recorriendo su cuerpo con una mezcla de curiosidad y concentración. Vykhor casi puede sentir su emoción, la chispa de fascinación científica que intenta ocultar tras una máscara de profesionalismo.

Evelyn se acerca a Vykhor con cautela medida, cada paso calculado para evitar provocar hostilidad. Nota la prótesis cibernética que reemplaza su brazo derecho—una maravilla de la tecnología Kael'Tarien que brilla con un resplandor casi de otro mundo. Es más que una prótesis; es un arma, una extensión de sí mismo, una fusión perfecta de carne y metal. Oculta su asombro lo mejor que puede, consciente de que cualquier signo de interés mal interpretado podría empeorar la tensión ya palpable.

Examina a Vykhor en silencio, notando cada moretón, cada corte, cada quemadura. Pero algo la inquieta. Algunas de estas heridas no coinciden con la historia de Kane. Son más antiguas, más profundas, contando una historia de violencia y sufrimiento mucho antes de su llegada aquí. Evelyn se concentra, haciendo su mejor esfuerzo por mantener una expresión neutral, pero está dispuesta a apostar que estas marcas no son todas del accidente o de su captura por el ejército. Hay una historia más oscura grabada en estas cicatrices, una historia que Kane parece desconocer o ignorar deliberadamente.

Luego están las otras heridas, más recientes, que claramente tampoco fueron causadas por el accidente. Marcas en la piel de Vykhor—moretones, quemaduras—que no tienen nada que ver con el impacto de su nave. Evelyn las examina con precisión clínica, pero su corazón se encoge con cada nuevo descubrimiento. Tortura. La palabra resuena en su mente, fría e implacable, despertando recuerdos dolorosos que preferiría olvidar. Evelyn no es ingenua, especialmente cuando el ejército está involucrado. Conoce sus métodos, sabe hasta dónde están dispuestos a llegar para obtener lo que quieren. Lo ha visto antes. Estas heridas hablan de un trato despiadado, de una crueldad sistemática que no puede ignorar. Cuentan una historia de sufrimiento, y Evelyn no puede evitar pensar en su propia experiencia—en esos días pasados en un laboratorio, donde cada dolor era infligido con la misma indiferencia.

A pesar de su fachada profesional, Evelyn no puede ocultar completamente su emoción interna. Este ser es un misterio científico, un enigma complejo que arde por desentrañar. Pero al mismo tiempo, es muy consciente de la hostilidad silenciosa de Vykhor, de la frialdad calculada en su mirada ardiente. No es solo un paciente; es un guerrero, un ser formidable que oculta mucho más de lo que sus heridas revelan.

Después de un examen minucioso, Evelyn finalmente se endereza. Su expresión es impasible, pero su mente está en ebullición. Se vuelve hacia el Coronel Kane y declara con calma:

—Coronel Kane, voy a necesitar regresar a mi oficina para reunir algún equipo específico. Las heridas de Vykhor requieren un enfoque más dirigido si queremos maximizar sus posibilidades de recuperación.

Kane asiente, satisfecho, y hace un gesto para que un soldado la escolte fuera de la habitación. Evelyn lanza una última mirada a Vykhor antes de irse. Sus ojos se encuentran brevemente, y ella percibe una profundidad en él que aún no ha explorado. Pero Vykhor permanece impasible, su cautela siempre presente.

Mientras se aleja, Evelyn ya está pensando en las herramientas que necesitará, pero también en lo que ha descubierto. Este alienígena es mucho más que un ser herido; es una entidad compleja, con múltiples capas de misterio. Y sabe que tendrá que andar con cuidado para navegar esta situación, porque detrás de cada cicatriz, cada silencio, hay una historia que necesitará desentrañar con tanto cuidado como precaución.

Punto de vista de Kane

El ruido del helicóptero se desvanece en la distancia, dejando al Coronel Kane solo en la polvorienta pista de la base. El cielo, gris y desolado, parece reflejar el aura de la conversación que está a punto de tener lugar. Kane lanza una última mirada a la aeronave que se lleva a Evelyn antes de darse la vuelta, su rostro inexpresivo, mientras se dirige hacia una parte más apartada de la base, lejos de miradas indiscretas. Allí, se detiene y saca un pequeño dispositivo de comunicación de su bolsillo. Duda por una fracción de segundo, pero sabe que no tiene elección.

Después de una breve manipulación, el dispositivo se activa. Una voz cruje al otro lado, baja y ligeramente distorsionada, una señal obvia de que el interlocutor prefiere permanecer en el anonimato.

—Informe, Kane.

El coronel se endereza, su tono más respetuoso de lo habitual—una actitud que reserva para muy pocas personas.

—Ella ha ido a recoger el equipo. Volverá en breve para tratar... al espécimen.

Sigue un breve silencio al otro lado, como si el interlocutor estuviera procesando o escrutando cada palabra que Kane acaba de decir. Luego la voz se reanuda, aún fría.

—Ella sabe lo que hace. No era una pregunta. —Evelyn Ashcroft es mucho más que una doctora. Creció en un entorno que la moldeó, en un laboratorio clandestino, rodeada de tecnologías e investigaciones que la mayoría de la gente ni siquiera puede imaginar. Sus habilidades no son naturales, Kane.

Kane permanece en silencio pero escucha atentamente. Sabe que este hombre, este extraño, sabe mucho más sobre Evelyn que él. Ha estado siguiendo órdenes durante semanas, pero las verdaderas intenciones de esta operación solo ahora comienzan a quedar claras para él.

—Sabes que ella puede curar a este alienígena, ¿verdad? —continúa la voz, con una cierta satisfacción fría—. Pero ahí no radica su verdadero valor. Evelyn va a reparar la prótesis de Vykhor. Eso es una certeza.

Kane frunce ligeramente el ceño, aunque intenta no mostrarlo.

—¿La prótesis? Pero ya es funcional.

—No seas estúpido, Kane. Aún no entiendes de lo que es capaz esta tecnología. Su prótesis es mucho más que un simple miembro cibernético. Contiene sistemas que ni siquiera somos capaces de concebir con nuestra propia tecnología. Y Evelyn—ella tiene la capacidad de interactuar con estos sistemas, aunque aún no se dé cuenta. Su cerebro es un arma, una herramienta que no has explotado completamente.

Kane aprieta la mandíbula, la idea de que alguien más—Evelyn, nada menos—tenga habilidades que él no puede comprender sacude su ego, pero mantiene sus emociones bajo control.

—¿Y si ella logra reparar la prótesis? —pregunta, más para entender qué sucede después que para oponerse realmente al plan.

La voz se vuelve aún más fría, más cortante.

—Si lo logra, Kane, sabes lo que debe hacerse. Evelyn no puede quedar libre después de eso. Si es tan brillante como sospecho, ella y Vykhor deben ser capturados y traídos a mí inmediatamente.

Un escalofrío recorre la columna de Kane. Hasta ahora, su misión había parecido simple: vigilar a Evelyn, facilitar el tratamiento de Vykhor, mantener el control sobre la situación. Pero ahora, las piezas encajan, y comprende el verdadero alcance de este plan. Evelyn no era más que un peón en un juego mucho más grande—un juego del que ni siquiera sabe que forma parte.

—Entendido —responde Kane con firmeza, aunque por dentro sabe que la tarea que tiene por delante será de todo menos fácil.

La voz concluye, su tono final, autoritario:

—No cometas errores, Kane. Tan pronto como termine de tratar a Vykhor y, más importante, de reparar su prótesis, actuarás rápidamente. No esperes a que ella descubra lo que ya sabemos. Captúralos a ambos y tráelos a mí. No toleraré el fracaso.

El dispositivo se apaga sin decir una palabra más. Kane se queda quieto por un momento, su mirada perdida en la distancia. Finalmente guarda el comunicador, su rostro tenso. Su próxima tarea será la más delicada de todas. Evelyn, la mujer tranquila e inteligente que había subestimado, ahora está en el centro de un juego mortal. Y Kane tendrá que traicionarla en el momento adecuado.

Porque si falla, su vida está en juego. Jonathan lo sabe muy bien. Su misterioso superior nunca bromea sobre el fracaso, y no tiene piedad por aquellos que lo decepcionan. Jonathan había aprendido esta lección de la manera más brutal posible. Había sido testigo de primera mano de lo que este hombre era capaz. Un pequeño error, un paso en falso, y aquellos que trabajaban para él terminaban en condiciones que Jonathan prefería no mencionar. Había estado allí, impotente, mientras uno de sus antiguos colegas era ejecutado metódicamente. Sin gritos, sin piedad—solo una sentencia fría y despiadada llevada a cabo sin vacilación. La imagen de ese hombre, suplicando por su vida, aún lo perseguía. Y Jonathan no tenía intención de terminar de la misma manera—con los ojos bien abiertos, mirando a la nada, su rostro marcado por el terror.

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