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Vientos amargos de educación física

Él tocó suavemente mi rostro y sus ojos me miraron con ternura. —Te lo prometí, ¿no?

Me recosté a su lado y miré las estrellas para evitar su mirada.

—Estoy esperando —dijo. Podía sentir su mirada inquisitiva sobre mí.

—¿Por dónde empiezo?

—¿Qué tal... empezar desde el día que lo conociste? Dijiste ...