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Innegablemente atraídos

Thea ya estaba sentada en el banco esperando. La brisa fresca de la tarde acariciaba su rostro mientras tenía las manos cruzadas sobre el pecho, sumida en sus pensamientos.

Los pasos detrás de ella sonaron más cerca y se vio obligada a girar la cabeza con curiosidad. Lo observó hasta que él tomó as...