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No puede ser mío, ¿verdad?

Cuando llegué a casa de Nora, estaba unos veinte minutos tarde para nuestra cita. Me sentía agitada, con una nueva energía en mí, mi cuerpo irradiaba.

¡Ni siquiera podía creer que mi lobo aún le gustara hacer esa cosa con su lengua!

Era un recuerdo que anhelaba recuperar. Recordaba lo excitada que...