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Capítulo 40

—Jefe —dije.

—Siéntate, querida —dijo él.

—¿A qué debo esta visita?

Primero, dijo, disculpa mis modales mientras se giraba y sacaba una tetera de su mesa. La vertió en una taza de té y caminó hacia mí. Era cortesía, como él lo llamaba.

Su hoyuelo era visible y se podía ver una mirada de muerte e...