FORZADA A AMAR

—¿Y quién era ese tipo con el que estabas en el café? —la voz de Jason cortó el silencio de la habitación mientras se acercaba a Emma.
—Solo un amigo, estábamos poniéndonos al día. Además, no estás en posición de preguntarme eso, Jason, no tienes derecho —respondió Emma, su frustración saliendo a la superficie.
—¡Soy tu esposo, mujer! Tengo todo el derecho de preguntar. ¿No tienes vergüenza? ¿Cómo puede una mujer casada sentarse tan cómodamente con otro hombre en público? —la acusación de Jason quedó flotando en el aire.
La mandíbula de Emma se tensó, su paciencia se agotaba. —Déjame recordarte, parece que se te ha olvidado, ¡lo que tenemos es falso! —replicó, con amargura en sus palabras.
—Falso o no, eres mi esposa. ¡Te pertenezco, Emma! —las palabras de Jason eran afiladas y cortantes.