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Diana

—¡Damien! —exclamó ella, finalmente llegando al pie de la escalera.

Su voz grande e intimidante era todo lo contrario a su dueña; una mujer pelirroja de mediana edad y pequeña que no podía medir más de 1.50 metros. Su gran vestido de mangas largas con patrones morados y amarillos podría tragarla, p...