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Capítulo veinticuatro

—¡Gracias a Dios!— fueron las últimas palabras de la señora Angus mientras se acercaba mucho a su esposo y se apoyaba en él.

—Lo siento, querido. Nunca más te pondré en apuros— se disculpó mientras se apoyaba en él.

El señor Angus había recuperado parcialmente la conciencia y pudo levantar la mano...