




Capítulo 3
—Sabes que no necesitas poner esa cara larga, ¿verdad? Eres más bonita cuando sonríes —dijo Marco, mientras intentaba hacer reír a Isabel con sus chistes y lo estaba logrando. No le resultaba muy difícil hacerla sonreír y eso era algo que le encantaba de ella.
—Ahora, dime qué haces aquí a esta hora del día. ¿No tienes clases hoy? —preguntó ella, pero Marco fingió estar enojado y le preguntó si no era bienvenido allí. Isabel, al mirarlo, estalló en carcajadas por lo pretencioso que era Marco.
—No, eso no es lo que quise decir —se defendió ella.
—Sé que no lo quisiste decir porque no puedes resistirte a un joven tan apuesto como yo, ¿verdad? —añadió él, pero Isabel, mirándolo con tanta risa contenida, lo llamó pequeño idiota y ambos estallaron en risas mientras ella se apresuraba con la comida de su padre.
Se podía ver el sudor corriendo por la cara de Melissa cuando llamó a la oficina de su jefe y esperaba que él le diera permiso para entrar.
—Adelante —dijo él, con su atención en la laptop, y cuando Melissa se acercó, sus labios estaban tan pesados al dar la noticia, pero tenía que hacerlo.
—Señor Carter, he logrado contactar a los Hall y... —fue interrumpida cuando él la cortó y preguntó,
—¿Y qué?
—La señora Hall está suplicando por otra semana para reunir algo de dinero para sus deudas. Ella implora que la condición de su esposo no está mejorando y las facturas del hospital se acumulan cada día —dijo Melissa, y la mirada que Scott le lanzó hizo que sintiera un enorme sudor frío bajando por su espalda hasta sus pantalones.
—Llama a Lewis y dile que venga a mi oficina de inmediato y también, prepara la dirección de la residencia de los Hall. Creo que tengo que resolver este asunto de una vez por todas con ellos —dijo él, y Melissa, sin perder más tiempo, asintió y salió de su oficina para cumplir con la tarea que le habían dado.
Pensando en qué hacer con ellos, Lewis llamó a la puerta y entró en la oficina después de empujar la puerta y ver lo ocupado que estaba su jefe, no se atrevió a preguntarle cuál era el asunto.
—Prepárate, vas a ir conmigo a algún lugar ahora y necesito que conduzcas —le instruyó Scott.
—Entendido, señor Carter —respondió Lewis.
Melissa había terminado con la información, así que al entrar en la oficina de Scott, se la entregó y se fue. Scott le dio la dirección a Lewis, le dijo que fuera a preparar el coche y que se uniría a él en menos de cinco minutos. Cuando Lewis se fue, Scott miró las fotos de su padre, y con una cara triste, le prometió que recuperaría hasta el último centavo que estaba pendiente porque había trabajado duro por ello.
Diciendo eso, recogió su traje de la silla y salió de su oficina con tanta elegancia y glamour que contradecía al tirano que era.
Sentados en el patio trasero, después de servirle el desayuno y las medicinas a su padre, Marco seguía con ella y ella estaba adquiriendo algo de conocimiento de sus libros, como solían hacer, y todo iba bien. Pero después de un tiempo, ambos escucharon una voz extraña proveniente de la sala y, con asombro, Isabel le preguntó a Marco si estaba escuchando lo mismo que ella y él asintió con la cabeza.
—¿Deberíamos ir a ver? —preguntó él, ya poniéndose de pie, pero Isabel estaba aterrorizada y no sabía qué hacer. Finalmente, aprobando las palabras de Marco, ambos se dirigieron a la sala.
—Bienvenido, señor Carter, qué placer tenerlo aquí en nuestra casa —dijo la señora Hall con una sonrisa en el rostro, pero Scott no parecía compartir la misma alegría.
—Gracias, pero no creo que esto sea necesario ya que no he venido de visita. ¿Mi secretaria los llamó o no? —fue directo al grano y, después de escuchar su pregunta, el sudor ya se había asentado en el rostro de June, y su esposo tampoco tenía mucha fuerza para hablar de nada.
—Sí, señor, lo hizo, pero le expliqué la situación y prometí que vamos a pagar cada centavo que le debemos a su empresa —respondió temblando de miedo. Lewis podía ver el terror en sus ojos, pero como de costumbre, no podía hacer ni decir mucho porque Scott era el jefe. Al dirigir su mirada para ver al señor Hall, pudo notar que estaba muy enfermo, pero con su corazón de piedra, no sentía remordimiento por él, ya que todo lo que deseaba era su dinero.
—Mirando a su esposo, no parece que vaya a poder devolverme el dinero lo suficientemente pronto, y no quiero tomar medidas extremas con ustedes, de lo contrario, no será agradable —murmuró Scott, dejando a June en un estado terrible con la boca abierta.
—Le suplico, tenga piedad de mí y de mi esposo, vamos a reembolsar todo. —Mientras suplicaba, Isabel y Marco entraron en la sala, haciendo que Scott y Lewis se volvieran para ver quién había entrado en la habitación, y cuando sus ojos vieron a la hermosa joven con un rostro ovalado y una nariz finamente formada, quedó asombrado por su belleza.
Sus mejillas regordetas enmarcaban su rostro mientras sus ojos grandes y adorables eran un deleite para ver. Tenía labios en forma de corazón y su cabello caía sobre sus hombros. Scott la miraba sin querer apartar los ojos y estaba desconcertado por la belleza que tenía ante él; su estado natural lo había cautivado, mientras que el pequeño vestido floreado que llevaba puesto exponía sus muslos frescos y adorables.
Dándose cuenta de lo perdido que estaba Scott después de ver a Isabel, June, siendo una mujer astuta, decidió usarlo a su favor, y como era de esperar, soltó una bomba que dejó a todos en la sala conmocionados hasta los huesos.
—Tengo una propuesta para usted, señor Carter, ¿por qué no le pide a mi hija que trabaje para usted en lo que necesite, mientras reunimos el dinero para reembolsarle? Créame, ella es muy apta para el trabajo y no le causará problemas —murmuró la señora June sin vergüenza, y su propuesta dejó a todos asombrados, pero Isabel, que estaba directamente involucrada, no podía creer lo que acababa de escuchar y, en un intento por entender mejor, gritó,
—¿Qué? —con una lágrima cayendo por su mejilla.