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Capítulo 30

En cuanto la enfermera salió de la habitación, miré a Rachel, procesando las últimas palabras que había escuchado. Mi cabeza aún latía un poco y mi brazo estaba pesado con el yeso, pero en ese momento, el dolor físico no era lo que más me molestaba. Era la mentira.

—¿Mi prometida? —repetí en un ton...