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Nicole Vargas

—Mi hija, te ves tan hermosa. Qué belleza, ¿no es así, Santiago? —chilló mi madre mientras me abrazaba cálidamente. Su perfume era tan fuerte que tuve que estornudar.

—Lo es —coincidió mi papá mientras me sonreía. Su rostro irradiaba orgullo—. Hemos hecho el frijol más hermoso del mu...