




Capítulo 8 Estaba embarazada
Justo cuando su discusión estaba a punto de estallar de nuevo, los ojos de Anna brillaron con un destello feroz, como si estuviera lista para enfrentarse a Emma.
—¡Deja de actuar tan altanera! ¡Te mostraré de lo que soy capaz!— Los labios de Anna se torcieron en una sonrisa fría mientras se acercaba.
—¿Qué quieres?— Emma estaba furiosa, una mezcla de miedo e impotencia burbujeando dentro de ella.
La tensión se disparó. Anna levantó la mano, balanceándola con fuerza hacia Emma. Sin pensarlo, Emma esquivó y abofeteó a Anna en la cara. El golpe resonó, y Anna retrocedió, cayendo al suelo con la mejilla roja e hinchada.
—Tú...— Anna estaba atónita, no esperaba que Emma se defendiera. La ira surgió dentro de ella. Pero mientras se desplomaba en la puerta de la habitación del hospital, la expresión de Anna cambió. Sus ojos se volvieron débiles e inocentes, las lágrimas brotaron mientras gimoteaba —¿Por qué me golpeaste?
Justo entonces, la puerta de la habitación del hospital se abrió de golpe y George entró. Estaba allí para visitar a Emma, pero se congeló al ver a Anna en el suelo. Su corazón se encogió y se apresuró hacia adelante.
—¡Anna! ¿Qué pasó?— Los ojos de George estaban llenos de preocupación y dolor mientras se inclinaba para ayudar a Anna a levantarse, sintiendo de inmediato la gravedad de la situación.
—George, no te enojes. Emma no quiso golpearme, solo estaba demasiado enojada— Anna, con los ojos llenos de lágrimas, señaló a Emma, apenas ocultando su malicia interior.
La acusación golpeó a George como una tonelada de ladrillos, y su ira se encendió, sus sentimientos hacia Emma como un mar tormentoso.
—¿Cómo te atreves a golpear a Anna?— exigió, luego abofeteó a Emma en la cara, su voz goteando de ira —¿Cómo pudiste hacer eso? ¡Es tu hermana!
La mejilla de Emma ardía de dolor, sus ojos se abrieron de par en par con incredulidad y desesperación. No podía entender por qué su amor había llevado a tal malentendido y dolor.
—¿Cómo puedes confiar en ella tan fácilmente?— Las lágrimas de Emma corrían, llenas de confusión —¡Ella me estaba provocando a propósito, por eso me defendí!
—¡Basta! ¡No quiero escuchar tus excusas!— Los ojos de George ardían de ira y decepción.
El corazón de Emma estaba pesado con un sentido de injusticia y desesperación, su visión se nublaba mientras caían las lágrimas. Intentó contener su tristeza, pero la confianza rota se sentía como un cuchillo cortando su corazón.
En este lío repentino, la atmósfera de la habitación del hospital se volvió cada vez más tensa, mientras Anna disfrutaba secretamente de su victoria, sabiendo que había logrado abrir una brecha entre George y Emma.
—¡Emma!— La voz de George se volvió más fría, como si hubiera perdido toda paciencia. El corazón de Emma se sentía como si estuviera siendo aplastado, dificultándole respirar. Las lágrimas fluían incontrolablemente, y no podía encontrar las palabras para explicarse. Seguía gritando por dentro, pero parecía inútil.
—Solo quería protegerme— Se defendió débilmente, pero su respuesta solo la hizo sentir más aislada e indefensa —Escúchame, ella te está mintiendo.
—Emma, no seas así. Es mi culpa. No te enojes. Échame la culpa a mí, pero no la tomes con el bebé que llevo dentro. Este es el hijo de George— Anna se cubrió la mejilla, llorando lastimosamente —George, no culpes a Emma. Todo es mi culpa. No debería haberme enamorado de ti, pero espero que puedas hablar con Emma y evitar que lastime a nuestro bebé.
¿Bebé? ¿Anna también estaba esperando un hijo de George?
¡No! Emma recordó que hace tres meses, Anna había tendido una trampa pero terminó en la habitación equivocada y durmió con un patán. Aunque estaba embarazada, la paternidad del niño aún estaba en duda.