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Capítulo 7 Acuerdo de divorcio

Emma tenía la sospecha de que fue Anna quien la delató, pero no le importaba. No tenía nada que ocultar. Era Anna quien estaba equivocada, no ella. ¿Qué había que temer?

—Sí, fui, pero...

—¡Emma, eres tan cruel! —las palabras de George la atravesaron como un cuchillo, haciéndole doler el corazón.

—Le dijiste a Anna que, incluso si murieras, seguirías aferrándote a mí y nunca dejarías que ella se casara con la familia Russell, ¿verdad?

Delatar y mentir, ¿eh, Anna? Buen trabajo.

Emma quería explicarse, pero George, en su furia, le agarró la muñeca y la arrojó al sofá.

George la tomó bruscamente, el dolor recorriendo su cuerpo. Eso no era amor; era un castigo. En ese momento, George no era más que un sádico. Emma estaba aterrada, preocupada por el bebé que llevaba dentro.

No podía entender por qué George tenía que degradarla de esa manera.

La abrumadora vergüenza y el dolor pronto hicieron que Emma se desmayara.

Emma despertó en las sábanas blancas de una cama de hospital, su visión aclarándose lentamente. Se dio cuenta de que estaba en un lugar desconocido. Mientras trataba de juntar las piezas de lo que había sucedido, la figura a su lado hizo que su corazón se acelerara.

—¿Despierta? —Anna estaba sentada junto a su cama, con una fría sonrisa en el rostro, sus ojos llenos de celos y burla—. Eres algo más. Terminar en el hospital por sexo.

Sí, la brusquedad de George había dejado a Emma inconsciente, llevándola al hospital.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Emma suavemente, sintiendo una sensación de temor.

—Estoy aquí para verte —los labios de Anna se curvaron en una sonrisa siniestra—. Escuché que te lastimaste. Qué triste. Parece que a George no le importas en absoluto.

Emma sintió un dolor agudo en el corazón, conteniendo sus emociones mientras preguntaba— ¿Qué quieres?

—Tengo mucho que decir —Anna se inclinó, susurrando con un brillo malicioso en los ojos—. Primero, George está conmigo, dándome todo su amor. ¡No tienes idea de cuánto disfruta estar conmigo! Pasa todas las noches conmigo, a diferencia de ti, solo una mujer a la que ha abandonado.

Así que cada noche que George no volvía a casa, estaba con Anna.

—¿De qué estás hablando? —el corazón de Emma estaba en un torbellino, incapaz de aceptar esa revelación.

—¿De verdad pensaste que seguiría amando a una mujer inútil como tú? —Anna se burló, su rostro lleno de provocación—. Solo está usando tu cuerpo para desahogar su ira.

Una ola de ira impotente surgió en el corazón de Emma mientras miraba directamente a Anna— ¡No renunciaré a George tan fácilmente!

—¡Entonces te mostraré lo que significa ser fuerte! —Anna se burló, sacando un documento de su bolso y arrojándolo frente a Emma—. Este es el acuerdo de divorcio que George me pidió que te diera. ¡Fírmalo y vete con algo de dignidad!

¡George quería el divorcio!

Emma sintió como si hubiera caído en un pozo de hielo, el frío tan intenso que dolía en cada célula de su cuerpo.

Esperaba que este día llegara, pero no tan pronto.

George amaba a Anna. En este juego de amor, ella era la perdedora, destinada a perder por completo.

Viendo el rostro pálido de Emma, Anna rió maniáticamente.

—Emma, mírate. George nunca podría amar a una mujer como tú. Me dijo más de una vez que eres la mujer más repugnante y desvergonzada que ha conocido, y que casarse contigo fue el mayor error de su vida.

Anna se acercó, mirando con desdén a Emma, quien estaba mirando el acuerdo de divorcio.

Se burló, su arrogancia aún más pronunciada.

De repente, Anna escuchó a Emma reír.

Al segundo siguiente, Emma agarró el acuerdo de divorcio y lo rompió en pedazos.

Con una fría sonrisa en sus labios pálidos, arrojó los papeles destrozados a la cara de Anna.

—Tal como le dijiste a George, incluso si muero, me aferraré a él. ¿Quieres que me divorcie de George? ¡Sigue soñando!

—¿Qué? —Anna estaba furiosa después de su sorpresa inicial—. ¡Emma, perra, cómo te atreves a hablarme así? ¡Te lo estás buscando!

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