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Capítulo 458 Soledad

Emma había estado conduciendo durante lo que parecía una eternidad. El sol se estaba poniendo, pintando el cielo en tonos de naranja y rojo. La brisa marina la envolvía, salada y aguda, picándole las mejillas. Sus manos dolían, sus dedos estaban entumecidos por agarrar el volante, y su espalda parec...