




Capítulo 2 Exposición a los medios
Justo en ese momento, se desató un alboroto fuera de la puerta. Los medios habían estado merodeando por el hotel, ansiosos por revelar algunos secretos jugosos.
La puerta se abrió de golpe y los reporteros inundaron la habitación, las cámaras destellando como locas, todas apuntando a George y Emma.
—Señor Russell, escuchamos que está con la hija de la familia Jones. ¿Podemos obtener una declaración?
—¡Lárguense!— La cara de George se torció de rabia, su confianza en Emma se desmoronó al instante.
—George, no tengo idea de cómo nos encontraron— Emma se cubrió la cara, el pánico reflejado en su rostro.
—¡Esto es una locura! ¡Todo este lío demuestra que me estás tendiendo una trampa!— George espetó, sin siquiera mirar a Emma, desesperado por huir de la escena.
Y eso fue exactamente lo que hizo.
—No vuelvas a mostrarme tu cara— George se enderezó la ropa y salió furioso, ignorando las preguntas de los reporteros.
Los reporteros lo rodearon, sus flashes iluminando la habitación. Emma se quedó allí, impotente, su corazón hundiéndose. —George...
La silueta de George se volvió más fría bajo los destellos, dejando a Emma sola, con lágrimas corriendo por su rostro.
La familia Russell era la más poderosa en Lakeside Haven, conocida por su trasfondo académico. El jefe, Charles Russell, era muy tradicional. Cuando se enteró del incidente, anunció de inmediato el compromiso de George y Emma.
Desde el día en que conoció a George a los diez años, Emma había tenido un flechazo con él.
Durante doce años, trabajó arduamente, solo para poder verlo.
Ahora, casarse con él se sentía como un sueño hecho realidad para Emma, pero era más una pesadilla.
Porque George no la amaba; la despreciaba. La odiaba por hacerle traicionar a la mujer que realmente amaba, la hermana de Emma, Anna Jones.
Tres meses después de su matrimonio, George nunca había sido amable con ella, pero Emma lo soportaba todo. Soñaba con que George fuera tan dulce con ella como lo era cuando eran niños, esperando que cambiara de opinión y se enamorara de ella.
Pero los sueños eran solo sueños.
Emma nunca obtuvo el amor de George. Tal vez debido a su mal estado de ánimo, no se había sentido bien últimamente.
Así que Emma fue al hospital sola.
—Señorita Jones, está embarazada— Las palabras del doctor resonaron en sus oídos.
Sentada en el hospital, Emma quedó atónita por la noticia. —¡Voy a ser mamá!— susurró, con lágrimas brotando, sin saber si eran de felicidad o tristeza.
Llamó a George, pero como era de esperar, él colgó. Solo pudo enviarle un mensaje de texto, diciéndole que tenía algo importante que contarle y esperaba que viniera a casa esa noche.
—Tal vez solo está ocupado— murmuró Emma, tratando de consolarse, sola con su alegría y anticipación.
Al caer la noche, la emoción de Emma se desvaneció, dándose cuenta de que George podría no venir a casa.
Tres meses después de su matrimonio, él nunca había pasado una noche en casa. Emma siempre estaba sola, sabiendo exactamente dónde pasaba él sus noches.
Emma se dio un baño y se puso su camisón de seda negro favorito, aferrándose a una pizca de esperanza. Justo cuando estaba a punto de descansar, la puerta se abrió de repente. Ella levantó la vista, su corazón latiendo con fuerza al ver su rostro frío y apuesto.
Él entró, sus ojos entrecerrados al ver la figura de Emma.
—¿Intentando seducirme de nuevo?— dijo fríamente, sin calidez en sus ojos.
Emma se quedó helada, sus esperanzas destrozadas.
—George, yo no...— tartamudeó, sus mejillas sonrojándose.