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Capítulo veinticinco

La puerta se tambaleó y protestó mientras la seguía adentro, chirriando al trabajar sus bisagras. Zu hizo una mueca, y yo le devolví una en señal de acuerdo. Toda la casa olía dulce, pero... no agradable. Casi como fruta podrida.

Comencé en el pequeño espacio central, abriendo y cerrando las puerta...