
4
—¡Hola!—saltó Lucas a mi regazo, después de encontrarme sentada en el campus universitario; me alegraba que tuviera espacios verdes donde los estudiantes pudieran pasar el tiempo que tenían antes de sus próximas clases.
Sonreí y le hice espacio para que se recostara en el árbol que había elegido, afortunadamente, ya que usualmente siempre ocupaban la sombra y no era muy agradable quedarse bajo el sol mientras se ocultaba.
—¿Ya lograste entregar el trabajo pendiente que tenías?—pregunté y solté el celular donde me había perdido por un momento de la realidad.
—Sí, eres mi heroína, Amy—respondió, antes de darme un fuerte abrazo y solo pensé en esa palabra.
—Heroína—dijo el chico al que había ayudado, tomándome por sorpresa, mientras envolvía su brazo libre alrededor de mí y me pegaba completamente a su cuerpo.
Era ese hombre de complexión demasiado masculina para mis ojos, que había captado la atención de todas las mujeres presentes por su gran porte y la forma en que podía hacerte caer en su juego de miradas.
Tenía unos ojos muy oscuros y grises profundos, que si hubieran caído sobre mí en ese momento, habría preferido quedarme en el club como un adorno, que moverme y cuestionar lo que quería expresar con su mirada.
¿Cómo podía pasar de ser algo indomable, a un alcohólico que estaba a punto de morir?
Si no lo hubiera visto en ese estado miserable, quizás no me habría atrevido a estar ni a dos metros de él.
No tenía idea de quién era y no parecía exactamente de mi edad, sin embargo, nunca lo había visto por la universidad y solo recordando su rostro, lo busqué entre la gente que se movía de un lado a otro.
¿Qué tal si no era él?
Había miles de estudiantes, pero habría sido capaz de recordar su rostro.
Eso era lo más probable.
—¿En qué piensas?—cuestionó, después de que me había sumergido en mis pensamientos.
—Ah, en lo que pasó en la fiesta. Nada importante.
—Puff—resopló—, esa fiesta fue una locura, solo para que sepas, sin embargo, lo mejor fue que intentaste ayudar al delicioso que trataste como un trapo sucio—rodó los ojos y yo hice una mueca.
—¿Qué esperabas? Tenía que hacer que vomitara. Se veía miserable, ¿sabes qué? Fue una mala idea recordarlo—aclaré e ignoré a mi mejor amigo.
—Bueno, resulta que eres una incógnita para los locos psicópatas de esta universidad—respondió y dejé mi celular para mirarlo—, ¿te llamé la atención?
Resoplé, rodando los ojos.
—¿Qué quieres decir con que soy una incógnita para los locos psicópatas?—lo miré con curiosidad y él levantó su celular, señalando el grupo en el que participaba en Telegram, donde las mujeres más interesantes de la universidad habían creado una comunidad privada para hablar de los temas que les interesaban.
'Hombres'.
En el fondo había algunas fotografías que habían sido tomadas justo cuando el hombre de cabello oscuro llegó para ayudar al de ojos grises; su postura se veía aún más intimidante y grande cuando se veía desde esa perspectiva, donde yo parecía una pequeña criatura al lado de los dos.
—¿Por qué me tomaron fotos?
—No eras el objetivo, pero obviamente estaban interesadas en ver a esos bombones en una fiesta universitaria y tú caíste justo en medio de eso—miró su celular, escribiendo algo allí—, no se ve tu cara gracias a la oscuridad, o de lo contrario te estarían buscando como animales salvajes para preguntar qué tipo de conexión tienes con ellos.
¿Tener a mujeres locas obsesionadas secretamente conmigo por ayudar a un alcohólico?
No, gracias.
—¿No son de la universidad, verdad?
—No, es gracioso—se recostó en el césped—, ¿te imaginas si fueran de la universidad con la que jugaron ese día?
—Eso sería altamente inapropiado.
—¿Inapropiado? Eso sería una locura. Es como si vinieran a causar revuelo en la universidad solo por existir, lo curioso es que el otro—señaló al chico de cabello negro en la foto—no se había visto en ningún otro lugar de la fiesta, solo apareció de repente contigo—dijo y levanté las cejas.
Aunque me parecía curioso, no tenía nada que ver con ellos, fueran de la universidad o de otra, o de ninguna, me limité a ayudar al que no sabía su nombre.
Ah no.
Sí lo sabía.
—Casi mueres, idiota—le respondí—, debería haberte dejado...
—Ahí estás, Iah—fui interrumpida por una voz ronca detrás de mí y me sobresalté al ver una sombra casi el doble de grande que yo aparecer a mi lado.
—Su nombre es Iah—dije sin pensar, después de recordar ese breve momento cuando el de cabello negro apareció llamándolo.
—¿Quién?—me miró sorprendido.
—El de cabello gris, el otro lo llamó Iah—respondí—, sí, parecía que solo entró buscándolo, no se veía borracho ni nada.
—Iah—sonrió, sus ojos brillando. No sabía por qué hacía esa cara—. Qué nombre tan sexy, ¿lo habías escuchado antes?—negué rápidamente—. ¿Y el otro cómo se llama?
Me encogí de hombros.
—No lo sé.
—¿Te imaginas tener uno así?
—¿Qué quieres decir?
—A mí siendo igual de sexy que el dueño—rodé los ojos.
—Encuentras nombres sexys cuando la persona encaja en tus estándares—me miró varios segundos fingiendo indignación, lo cual claramente sabía que no creería y luego dejó caer su máscara sonriendo.
—Esos dos, no encajaban, hermosa, hicieron que mis estándares y lo que ya sabes que tengo entre las piernas temblaran de miedo—comentó burlonamente, dándome una mueca pretenciosa y lo empujé.
—No me interesa saber lo que sentiste entre las piernas, gracias—negué con la cabeza y mi amigo rió divertido.
—Ya, como si nunca hubieras sentido eso—resopló—. Soy tu mejor amigo, es mi deber saber hasta las cosas más sucias de tu vida sexual.
—Primero, no tengo una vida sexual activa. Y segundo, no es deber de un mejor amigo saber esas cosas, a menos que yo elija contártelo—le aseguré y él rodó los ojos.
—Eres un aguafiestas. Al menos asegúrame que sentiste algo cuando los viste, algo allá abajo—insistió, acercándose demasiado a mi cara y me retiré con curiosidad—. Confiesa, pecadora.
—Sí, soy una pecadora, no puedo negarlo, pero lo que sentí, ¿qué importa?
—Dios mío, Amy, lo que te pierdes—sonrió con significado y me encogí de hombros.
Se puso en su celular después de rodar los ojos y lo observé mientras escribía en el chat, donde al menos mil mujeres de la universidad participaban. Yo no estaba en él, ya que tendrías que tener alguna relación con las líderes del grupo y no me llevaba bien con ninguna de ellas.
Además de que eran pretenciosas entre ellas y fingían no envidiarse, mi personalidad no coincidía con la de ellas. Superficiales y con el deseo de obtener todo gratis sin ningún esfuerzo, o aprovechándose de los esfuerzos de otros.
| El chico de cabello gris se llama Iah, por si quieren saber. |
Lucas
Él y yo nos miramos durante unos minutos, intrigados, cuando un mar de mensajes comenzó a inundar su celular, tanto en el grupo como en privado.
—Acabas de abrir las jaulas de los psicópatas locos—dije y él abrió los labios sorprendido.
—Nunca imaginé que reaccionarían así.
—Los llaman psicópatas locos por una razón, idiota. Ahora eres famoso, felicidades, te devorarán vivo.
—Soy una celebridad que conoce la incógnita de esas mujeres.
—Y yo debería seguir siendo una incógnita, ¿verdad?—lo miré fijamente, para que entendiera que no podía usarme para llamar la atención.
Mucho menos para la aprobación de ese grupo de animales, que estaban devorando todo a su paso y no quería que mi mejor amigo terminara peor.