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Capítulo 4

Scarlett

Me desperté con un sonido de pitidos lentos. Parpadeé tres veces antes de abrir los ojos, ajustándome a las luces cegadoras.

—Ummm— gemí incómoda de dolor al intentar moverme.

—Aah, mi cabeza— murmuré para mí misma, con la voz ronca.

—Veo que estás despierta— dijo una voz femenina suave, haciéndome jadear.

Mis ojos se dirigieron rápidamente hacia la puerta de donde provenía esa voz.

Vi a una chica hermosa con cabello rojo. Parecía una modelo de unos veintitantos años. Me miró y sonrió, antes de mirar hacia la tabla que sostenía.

—Ummm— gemí de dolor cuando intenté levantarme.

—No lo hagas. Te lastimarás— dijo la chica, caminando hacia mí.

Miré a mi alrededor para observar mi entorno cuando mi mirada se posó en la maquinaria que estaba conectada a mi cuerpo. El dolor en mi mano izquierda era tan intenso que se volvió fría.

—¿Dónde estoy?— pregunté con mi voz ronca. Traté de recordar, pero sentí como si mi mente estuviera en una especie de niebla.

Mi garganta se sentía seca y áspera por no hablar durante tanto tiempo. Ella me miró y luego caminó hacia la mesa de noche donde vi que había una jarra de agua. Me sirvió un vaso de agua y lo colocó en la mesa.

—Ven— dijo y comenzó a ayudarme a sentarme en la cama. Una vez que estuve cómoda en mi posición, me entregó el vaso de agua. Tomé el vaso de su mano y bebí el agua de un solo trago. Me sentí aliviada después de beber el líquido.

—Gracias— le dije.

—Soy María— dijo, mientras se sentaba en la cama.

—Soy Scarlett— le respondí.

—¿Por qué estoy aquí?— le pregunté. Me miró con lástima. Parecía una buena persona, pero no me gustaba la expresión que tenía en su rostro.

—¿Y dónde está mi padre?— le pregunté de nuevo antes de mirar mi hombro, que estaba envuelto en una venda blanca y con sangre evidente en ella.

Entonces la realización me golpeó como un camión. Todos los recuerdos de esa noche volvieron flotando. Mis ojos se abrieron de par en par cuando recordé cómo ese lobo me mordió. Sentí como si aún pudiera sentir su boca en mi hombro. Mi respiración se volvió pesada y el sonido de la máquina conectada a mi cuerpo ahora pitaba fuerte. Pero todo lo que podía pensar y escuchar era el gruñido de esa bestia.

—Shhh— dijo María.

—Está bien. Estás aquí y a salvo ahora. Estás aquí con nosotros— trató de calmarme y funcionó cuando se acercó a mí y me frotó la espalda suavemente.

—Ese... ese lobo— dije tartamudeando.

—Ese lobo ya se fue. Nuestros miembros del grupo te encontraron en el bosque y te trajeron aquí— dijo de un tirón. Asentí con la cabeza antes de entrecerrar los ojos hacia ella, ¿qué es el grupo?

—¿Qué es el grupo?— le pregunté. Al escuchar mis palabras, se puso tensa.

—Es como una comunidad— respondió. Mi boca formó una 'o'. Debería haberlo sabido cuando dijo que me habían encontrado en el bosque. Ninguna persona de la ciudad andaría por la selva en medio de la noche.

Entonces recordé a mi padre. La mirada que me dio una última vez antes de que ese hombre lo arrastrara.

—Necesito irme— dije, y comencé a desconectar la máquina de mi cuerpo.

—No puedes— dijo, haciéndome enojar un poco.

—Mira, María. Eres una chica agradable, pero necesito ver a mi padre— le dije, sosteniendo su mano, esperando que entendiera.

—Pero no puedes ir a ningún lado en este estado— dijo, con la voz cargada de preocupación.

—Gracias por lo que hiciste. Pero necesito saber si mi padre está vivo o no— dije.

—Háblame de él y tal vez pueda ayudarte a encontrarlo— dijo.

Me quedé quieta antes de empezar a contarle lo que había pasado antes de encontrarme con la pesadilla que me perseguirá para siempre. Ella se quedó allí escuchando mi historia con calma hasta que llegaron los lobos y se puso visiblemente tensa.

—Esto es lo que pasó— dije con un suspiro. Tomé una larga y temblorosa respiración antes de mirarla. Sus ojos mostraban preocupación y culpa, lo cual no entendía por qué.

—¿Qué tal si le pido a nuestra... gente que busque a tu padre y cuando lo encuentren te lo haré saber?— ofreció.

—Pero...— me quedé en silencio.

—Nada de peros. Estarás segura aquí y te prometo que encontraremos a tu padre— dijo, haciéndome sentir relajada.

—Sé que lo que estás haciendo por mí es mucho, pero si alguna vez necesitas mi ayuda, no dudes en pedirla. Definitivamente intentaré hacer lo mejor que pueda— dije sinceramente. Ella era la primera y única persona que se ofreció a ayudarme.

—Lo único que necesito ahora es que descanses y dejes todo en...— se detuvo y se quedó inmóvil.

—¿Estás bien?— pregunté, sacudiendo su brazo.

—¿Eh? Oh, sí— dijo, aclarando su garganta.

Iba a preguntarle cuánto tiempo necesitaba quedarme aquí y dónde exactamente estaba este lugar. Pero todas mis palabras se murieron en mi garganta cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe y el hombre más guapo entró.

Tenía el rostro más hermoso que había visto en toda mi vida. Parecía medir al menos 1.80 metros, piel bronceada con hombros anchos y una pared de puros músculos. Su cabello parecía desordenado, como si se hubiera pasado los dedos por él muchas veces antes de venir aquí. Colocó sus manos en sus caderas, haciendo que sus bíceps se abultaran en la camisa blanca que llevaba puesta. Parecía que la camisa iba a romperse por sí sola. Ya estaría babeando si no me estuviera mirando con esos impactantes ojos azul océano y no tuviera que encontrar a mi padre.

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