




Capítulo 9
El incidente en mi aula, donde fui testigo de la pelea entre Paige, Daisy y Ethan, me dejó un sabor amargo en la boca. Fue una muestra de agresión y mezquindad que no podía ignorar. Daisy, la que había capturado mi corazón, había sido el blanco de la crueldad de Paige, y eso me llenó de ira y frustración.
Mientras estaba al frente del aula, tenía una vista clara de la confrontación. Las burlas e insultos de Paige, dirigidos a Daisy, eran como una daga en mi corazón. Era un recordatorio de la crueldad que había alejado a Daisy, el dolor que había soportado en mi ausencia.
Y luego estaba Ethan, el que se suponía que era el novio de Daisy. Estaba allí, pareciendo un tonto, incapaz de defender a quien decía querer. Fue una muestra de debilidad que avivó aún más mi enojo. Si él no podía proteger a Daisy, ¿quién lo haría?
El incidente me dejó hirviendo de ira, una rabia que luchaba por contener. Había visto cómo humillaban a Daisy y a Ethan en mi aula, un lugar que debería haber sido un santuario para el aprendizaje, no un campo de batalla para disputas mezquinas.
Al día siguiente, no podía dejar el incidente sin abordar. Sabía que, como profesor, tenía la responsabilidad de mantener el orden y la disciplina en mi aula. Pero también tenía un interés personal en el asunto. No podía quedarme de brazos cruzados y permitir que Daisy fuera sometida a más humillaciones.
Así que, al comenzar la clase, no pude resistir la urgencia de abordar el incidente. Hablé con un tono de autoridad y un trasfondo de enojo, dejando claro que tal comportamiento no sería tolerado en mi aula. Mis palabras fueron una reprimenda, no solo para Paige y Ethan, sino para toda la clase.
La atmósfera en el aula era tensa, y podía ver la incomodidad en los rostros de los estudiantes. Pero no me importaba. No podía dejar que el incidente pasara sin consecuencias. Era una cuestión de principios, una postura que tenía que tomar para proteger a Daisy y para afirmar mi autoridad como profesor.
Después de la clase, decidí llamar a mi hija, Brianna. Necesitaba compartir la noticia con ella, hacerle saber que había visto a Daisy. La conversación estuvo llena de un sentido de urgencia y emoción. No podía contener mis emociones, y quería compartir el momento con mi hija.
—Brianna —comencé, mi voz cargada de anticipación—, adivina a quién vi en mi aula hoy.
Hubo una pausa al otro lado de la línea, y luego la voz de Brianna se escuchó, llena de curiosidad— ¿A quién, papá? ¿A quién viste?
No pude evitar sonreír ante su entusiasmo, pero quería saborear el momento un poco más— Adivina, Bri. Haz una suposición.
Las suposiciones de Brianna eran una mezcla de amigos y colegas, ninguna de las cuales era correcta. La dejé continuar por un rato, disfrutando de la charla juguetona, hasta que finalmente revelé la verdad.
—Daisy —dije, el nombre cargado de emoción—. Vi a Daisy en mi aula hoy.
La respuesta al otro lado de la línea fue inmediata y llena de emoción. Brianna chilló de alegría, una reacción jubilosa que reflejaba mis propios sentimientos. Fue un momento de reencuentro, un paso más cerca de encontrar a Daisy.
—¡No lo puedo creer, papá! ¡Viste a Daisy! —exclamó Brianna—. ¿Qué dijo? ¿Hablaste con ella?
Tuve que moderar su entusiasmo, para transmitir la complejidad de la situación— La vi, pero no tuvimos la oportunidad de hablar. No quería abrumarla, Bri.
La respuesta de Brianna fue de comprensión, un reflejo de la madurez y empatía que siempre la habían definido— Lo entiendo, papá. Debió ser mucho para ella verte después de tanto tiempo.
Aprecié su perspectiva, su capacidad para ver más allá de la superficie de la situación. Fue un recordatorio del vínculo que compartíamos, la conexión que nos había sostenido a través de los desafíos que habíamos enfrentado.
Pero luego, en un giro sorprendente de los acontecimientos, Brianna tomó una decisión que me dejó tanto atónito como eufórico— Papá —comenzó, su voz llena de determinación—, voy a dejar una carta en su universidad. Quiero transferirme a Woodland.
La decisión fue audaz, un reflejo de su apoyo inquebrantable a la familia con la que se había reunido.
—Brianna —dije, mi voz una mezcla de gratitud y orgullo—, es un gran paso. ¿Estás segura?
Su respuesta fue resuelta— Quiero estar más cerca de Daisy, papá. Quiero apoyarla y hacerle saber que estamos aquí para ella.
La conversación me dejó con un profundo sentido de gratitud y esperanza. Fue un recordatorio de que, a pesar de los desafíos y complejidades que habían definido nuestras vidas, nuestra familia seguía unida por el amor y un compromiso compartido de encontrar a Daisy.
Al terminar la llamada con Brianna, no pude evitar sentir un renovado sentido de determinación.
A medida que los días se convirtieron en semanas, no pude evitar sentir una creciente inquietud. Había visto a Daisy en mi aula, y el encuentro había encendido una chispa de esperanza dentro de mí. Pero era una esperanza frágil, una que estaba atenuada por la incertidumbre de la situación.
Con el paso de los días, sabía que Brianna vendría pronto como me había dicho. Alguien llamó a mi puerta y supe que sería Brianna. Pero al abrir la puerta para saludar a Brianna, me encontré con una vista que me dejó atónito y desconcertado. Keslie, mi antigua compañera, estaba en el umbral, con una expresión de sorpresa e incertidumbre en su rostro. El encuentro fue inesperado y trajo una oleada de emociones encontradas.
La alegría de Brianna al reunirse con su padre era evidente, pero la presencia de Keslie ensombreció el momento. Fue un recordatorio de un pasado que había intentado dejar atrás, un pasado marcado por el dolor y la separación.
Keslie no perdió tiempo en expresar sus sentimientos. Comenzó a tejer una historia de amor y sacrificio, una narrativa en la que había dejado todo para proteger tanto a Brianna como a mí. Sus palabras estaban llenas de emoción, y se retrataba a sí misma como una víctima, alguien que había tomado decisiones difíciles por el bien de nuestra familia.
Pero no podía ignorar la ira y la frustración que surgían dentro de mí. El regreso de Keslie, después de todo este tiempo, se sentía como una intrusión, una interrupción al frágil equilibrio que habíamos establecido. Las heridas de nuestro pasado no habían sanado por completo, y su presencia trajo de vuelta una avalancha de recuerdos y emociones.
No podía evitar cuestionar sus motivos. ¿Por qué había regresado ahora, después de todos estos años? ¿Qué esperaba lograr? La narrativa que presentaba parecía demasiado conveniente, demasiado egoísta. Era un desafío aceptar sus palabras al pie de la letra.
Mientras miraba a Keslie, no podía evitar pensar en Daisy. La hija que había perdido, la que cuya ausencia había dejado un vacío en mi vida. Había buscado incansablemente por ella, y ahora, cuando había un destello de esperanza, el regreso de Keslie amenazaba con interrumpir nuestros esfuerzos.
Brianna, atrapada en medio de la tensión, estaba dividida entre su padre y su supuesta madre. Su lealtad hacia ambos era evidente, y luchaba por entender las emociones conflictivas que la rodeaban.
Los intentos de Keslie por ganarse a Brianna eran implacables. Pintaba un cuadro de una familia amorosa, de una madre que había dejado todo para proteger a su hija. Sus palabras eran convincentes, y estaba claro que había pensado mucho en su narrativa.
Pero no podía sacudirme la sensación de que había más en la historia, que Keslie no estaba revelando toda la verdad. El dolor de nuestra separación, las decisiones que habíamos tomado y las consecuencias que habían seguido eran complejas y profundamente arraigadas.
A medida que pasaban los días, la tensión en la casa crecía. Brianna, atrapada en el fuego cruzado de lealtades conflictivas, luchaba por encontrar su lugar en medio del tumulto emocional. La situación era un reflejo de las complejidades de nuestra familia, los desafíos que habíamos enfrentado y las heridas que no habían sanado por completo.
No podía evitar sentir una sensación de frustración y enojo. El regreso de Keslie había interrumpido el frágil equilibrio que habíamos establecido, y había traído de vuelta recuerdos de un pasado doloroso. Anhelaba encontrar a Daisy, reunirme con la hija que había perdido, y la presencia de Keslie amenazaba con obstaculizar nuestros esfuerzos.
Pero también sabía que no podía dejar que mis emociones nublaran mi juicio. Necesitaba confrontar a Keslie, entender sus motivos y encontrar una manera de seguir adelante.
Los días se convirtieron en semanas, y la tensión en la casa permaneció. Brianna, dividida entre su lealtad a su padre y a Keslie, luchaba por encontrar su lugar en medio del tumulto emocional.